El imaginario sexual en torno al hombre negro se viene nutriendo de aberraciones que han cristalizado en estereotipos feroces desde tiempos pasados y que se mantienen en la actualidad. Franz Zanon en Piel negra, máscaras blancas puso de manifiesto que “en el imaginario colectivo occidental `el negro´ ha quedado fijado psíquicamente a lo genital, es un `pene´”, como señala Asunción Aragón Varo en Literaturas hispanoafricanas: realidades y contextos. Lo anterior queda resumido en el artículo “El mito del sexo desmesurado de los negros”, publicado en Afribuku, con estas palabras: “En muchos casos, no solo históricos sino también actuales, se llega a representar al negro como una persona cuyo pene lo define como persona”.
Otro tanto ocurre con la mujer negra. Ya lo vimos al conocer la horripilante historia de Sara Baartman, recogida entre la veintena de retratos que nos ofrece Reinas de África y heroínas de la diáspora negra de Sylvie Serbin. Exhibida en Londres y en París como un animal de circo por su especial anatomía que almacenaba la mayor parte de la grasa corporal en los glúteos (esteatopigia), su calvario no terminó cuando en 1815 falleció. En aras de la ciencia, se diseccionó su cuerpo. Este “racismo científico”, como lo denomina Varo en el libro arriba mencionado, “conducía a la afirmación de que poseía un apetito sexual desenfrenado” y “en consecuencia, en este contexto colonial, la sexualidad africana se reducía a una patología o al primitivismo animal”.
Estas retorcidas representaciones han tenido oportuna contestación en diversas obras literarias postcoloniales que tratan de “descolonizar las categorías sexuales y de deconstruir los esterotipos demonizados en torno a las relaciones sexuales africanas” (Varo).
Desde el conocimiento, muy limitado, que tenemos de las literaturas africanas que se circunscriben a lo que nos llega, gracias a las traducciones, obviando un océano diverso, plural y rico que se queda fuera del alcance de nuestra mano, quiero destacar, además, los relatos que el colectivo Jalada ofrece en línea centrados en esta temática en su segunda antología Jalada 01: Sext Me poems and stories (fiction) escritas por jóvenes escritores.
Es difícil bucear en esas aguas pero al menos os ofrezco tres obras muy diferentes entre sí, que inciden en diversos aspectos desde prismas culturales diferentes y que, eso sí, hablan de un erotismo en ocasiones no tan afín al concepto que manejamos.
Zemi Kede. Eros en las narraciones africanas de tradición oral
La beninesa Agnes Agbotón recopiló en 2011 cuentos y leyendas de tradición popular que giran en torno al sexo o el erotismo. Un terreno que ella considera “escabroso-y arriesgado, al menos para mi”. Al tiempo que resalta que “La lectura de esas páginas exige, también, la conciencia de que pertenecen a un paradigma cultural (¿sexual?) muy distinto al de quienes se disponen a acercarse a ellas. Es preciso, pues, prescindir de lo que, en nuestro estereotipado lenguaje de hoy, llamaríamos lo políticamente correcto”.
Zemi Kede le supuso un reto a través de un trabajo «complejo. Casi, casi me atrevería a decir que es puro funambulismo. Siempre tengo miedo de que no me entiendan», ha precisado en alguna ocasión.
Son diez cuentos en los que, a través de la transmisión oral, tal y como recoge Varo, “ofrecen nuevas maneras de repensar qué es lo erótico desde una mirada distinta, profunda y `extraña´… y nos plantea otras cartografías del cuerpo y del deseo”.
La almendra. Memorias eróticas de una mujer árabe
Sobre sexo giraba la novela de Leila Slimani, no traducida a castellano, bajo el título Dans le jardín de l´ogre. En el prólogo de su ensayo Sexo y mentiras (Cabaret Voltaire, 2015) la escritura destaca el hecho de que “la literatura erótica, incluso la más atrevida, sigue reinventándose, sobre todo entre las mujeres” y cita expresamente a “la misteriosa Nedjma”.
Bajo dicho pseudónimo escribe una mujer musulmana sus libros de literatura erótica. Nedjma fue el nombre elegido, el de una legendaria amazona de la poesía argelina, convertido en símbolo de liberación sexual para muchas mujeres magrebíes y que también da título a una obra del argelino Kateb Yacine.
En La almendra. Memorias eróticas de una mujer árabe (Maeva,2004) un texto desigual y lleno de sensualidad, la escritora se desvela sin tapujos. En el prólogo ella misma escribe: «En homenaje a la antigua civilización de los árabes, donde el deseo se plasmaba hasta en la arquitectura, donde el amor se hallaba liberado del pecado, donde gozar y dar placer constituían un deber para el creyente«.
Mujer desnuda, mujer negra
La camerunesa Calixthe Beyala de quien se pueden leer en castellano Los honores perdidos (Seix Barral, 1996) con la que se alzó con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa 1996, siendo la primera persona africana en conseguirlo, es una escritora rodeada casi siempre de polémica.
De Mujer desnuda, mujer negra (La Sonrisa Vertical, 2003). que tiene como protagonista las relaciones de una joven camerunesa y el matrimonio que la acoge tras esconderse por el hurto de un bolso cuyo contenido la obliga a ocultarse, la crítica ha dicho: “en esta novela la carne no es triste, sino triunfante, jubilosa”.
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Este tema me parece particularmente interesante. Además de los descubrimientos, me has recordado un par de libros a los que ya había echado el ojo.
Lo compartiré exclusivamente por twitter.
Es un placer leerte.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
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