Ken Bugul nació entre baobabs, esos árboles sabios y milenarios que tanta conexión tienen con nuestro propio imaginario africano. Y como ellos Bugul se erige hoy como cimarrona de una estirpe de escritoras que cogieron los utensilios de escritura en su día para no dejarlos descansar jamás. A sus increíbles 77 años, sigue haciéndolo “estoy escribiendo una nueva novela sobre la mujer, su reclusión en el cuerpo y su papel en el advenimiento de la religión”, comenta para Literafricas a través del correo electrónico. Cuando la concluya será la número 12 de un conjunto de obras muy unidas a su propia biografía.

A Mariétou Biléoma Mbaye, verdadero nombre de Ken Bugul la nombraron Doctora Honoris Causa por la Universidad de La Laguna (Santa Cruz de Tenerife) el pasado 18 de enero. Durante su discurso de investidura, Ken Bugul expresó su amor por la lengua y cultura españolas, citando a autores como Unamuno, Lorca, Machado, García Márquez y Neruda. Destacó la escritura como una necesidad y pasión, considerándola un arma terapéutica y un instrumento de militancia en pro de los derechos de las mujeres. Además, reflexionó sobre la polarizada realidad del presente, marcada por amenazas climáticas y la búsqueda de lugares más sostenibles, y se mostró crítica con la tendencia de algunos a refugiarse en mundos virtuales para completar sus vidas. Finalizó su intervención citando a Dolores Ibárruri: “No pasarán”.
Bugul ha ido construyendo su propia resiliencia a costa de terapia literaria. Volcar en papel sus miedos, frustraciones y dolores más íntimos, la han posibilitado sanar y avanzar. A menudo, y a pesar de que ella siempre habla de manera franca y clara, nos guardamos ciertas preguntas cuando estamos ante alguien a quien no conocemos. Quizás porque intuimos que puede ser doloroso o incómodo y no nos vemos en esa tesitura: en la necesidad de una afirmación o de unas palabras que acaben por redondear lo que en otros momentos ya se ha dicho. Porque una de las heridas más abiertas que ha lucido durante mucho tiempo esta escritora ha sido el abandono de su madre cuando era una niña. De hecho, cuando le preguntamos qué libro de su trayectoria salvaría de tener que elegir uno responde De l’autre côté du regard, un diálogo entre una hija y su madre muerta.
“Escribo por necesidad y por pasión”, afirma. Lo anterior desde su primera obra El baobab loco (1982) que escribió mientras vivía en la calle y que surgió por esa urgencia de transmitir la idea de soledad y abandono, con la que emprendió el trabajo de crear una trilogía autobiográfica que completan Cendres et Braises y Riwan o el camino de arena. A estas les siguieron otras 8 obras de las que solo se ha traducido al castellano otra más: La locura y la muerte. Todas ellas nos hablan de una vida vapuleada, bajo el acoso, la violencia y el rechazo en un periplo que la conduce desde Senegal hasta Bélgica y después a Francia. Desde sus estudios brillantes hasta la droga. Y desde el baobab al hospital psiquiátrico.
Hablamos de una mujer que se descubrió negra en los escaparates de Bruselas. Que ha sido siempre la extranjera, la extraña, en Europa, en su propio país de origen, donde desde hace 10 años reside ya de manera permanente. “La identidad es una construcción permanente. Creo que es peligroso reivindicar una identidad, sobre todo porque no hay una sola identidad. Evoluciona. El excelente libro de Amin Maalouf Las identidades asesinas lo muestra muy bien. Reivindicar una identidad es una forma de repliegue que suele tener consecuencias negativas para uno mismo y en la relación con los demás”, nos comenta.

Curiosamente el resto de su obra ha dejado de lado su parte más autobiográfica para internarse en otras cuestiones que le preocupan, pero no han hallado respuesta en cuanto a traducción al castellano. Hay dos excepciones: el relato que publicó en la antología Doce relatos urbanos. Doce voces africanas, coordinada por Ángeles Jurado para Casa África, y Cacofonía que se ha editado por Trabe en asturiano en una traducción a cargo de Marta Mori de Arriba, el pasado año. “Una novela profunda y evocadora que explora los sentimientos de alienación y la necesidad de escapar de una realidad opresiva. La protagonista, Sali, debe decidir entre marcharse o morir, enfrentándose a un entorno que la aprisiona tanto física como emocionalmente”.
Otra vez una mujer protagonista. Ella que “creció sin educación de género” y fue consciente de su condición de mujer mucho más tarde. En este sentido es crítica con el concepto de “feminismo” con el que no se identifica ya que “son conceptos importados que no se adaptan a la realidad senegalesa”. Así afirma que su discurso sobre el papel de la mujer en el continente africano si lo hace allí, en África, o si lo hace en occidente, es el mismo: “Se trata de la condición de la mujer. Hay matices, por supuesto. Pero las preocupaciones son las mismas siempre que se trate de la mujer como cuerpo y como sexo. El resto es política”.
De nuevo en fechas recientes su figura volvió a hacerse cercana, o eso creímos. El escritor Mbouga Sarr se alzaba con el premio Goncourt 2021 con su novela La más recóndita memoria de los hombres, en donde, tomando como modelo a Bolaños y Los detectives salvajes, desde la narración de un escritor senegalés que vive en París, cuenta la historia del descubrimiento de una novela olvidada, El laberinto de lo inhumano. En ella se nombran a un puñado de autores, al igual que hacía Bolaños, pero en esta ocasión era más difícil el encontrar los paralelismos. Si tenemos claro que Elimane está creado a partir de Yambo Ouologuem, no nos pasa lo mismo con Siga D. en quien creemos encontrar rasgos de Ken Bugul. Ella no despeja las dudas: “Leí el libro de Mbougar Sarr como una obra literaria, una obra creativa, y no busqué similitudes ni semejanzas. Aprecié mucho la creatividad del autor. En eso consiste la literatura”. “La gente lee a pesar de todo. Senegal es un país de cultura. Los escritores son reconocidos- continúa-. Hay lugares de encuentro. La sede de la Associtation des Écrivains du Sénégal, comprada por el Estado, es la antigua casa de Birago Diop”.
Tras una apuesta con Boubacar Boris Diop decidió que ya era tiempo de escribir más allá de lo sufrido en propia carne. Así, su última obra Le trio Bleu propone un relato con tres personajes masculinos: uno occidental, uno oriental y un africano, que habla de migraciones y que es a la vez un punto de partida para mostrar de manera critica a la sociedad senegalesa.
Su activismo, como se ve, también sigue intacto. “Siempre tengo planes. Eso me mantiene en marcha. He renunciado al de los raperos (durante un tiempo estuvo trabajando para dar visibilidad al trabajo de los jóvenes raperos). Ya hay buenos libros sobre ello, en particular Walla Bok: Une Histoire Orale Du Hip Hop Au Senegal de Fatou Kandé Senghor. En cambio, sigo con los talleres de escritura de integración, entre otras cosas”, nos comenta.
Nunca se cansa esta mujer. Sus idas y venidas han sido extenuantes. Ha vivido en varios países africanos y europeos, sufrió maltrato físico y psíquico, convivió con la prostitución y las drogas, fue la mujer 28 de un “serigne” polígamo, escribió y tuvo una hija. Pero ante la más mínima insinuación sobre el previsible esfuerzo del día a día por su elevada edad y su trajín durante tantos años, responde contundente: “¡Ahora empiezo a vivir!”.



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