En diversas ocasiones han aparecido obras del género policíaco o novela negra en este espacio. A menudo, se ha resaltado la capacidad que muestra este género literario para mostrar una sociedad, con sus vicios y virtudes, y para denunciar diversas situaciones injustas que se dan en su seno, a la vez que propicia la apertura de una puerta a la reflexión.
Un escritor que recurrió en numerosas ocasiones a la novela negra fue Antonio Lozano, quien empezó a escribir “tarde” pero a impulsos de una clara voluntad de denuncia, con vocación crítica que no podía callarse ante lo que observaba a su alrededor. Pertrechando textos que siguen resonando, tras sus lecturas, en la conciencia de los lectores que se asoman a sus páginas, horadando en sus prejuicios y toneladas de indiferencia.
Su segunda novela publicada, Donde mueren los ríos es un buen ejemplo de lo anterior. En ella aborda, «el complejo fenómeno de las migraciones«.
Se trata de una obra coral, en la que se cruzan las vidas de cuatro personas que provienen de diversos puntos de la geografía africana: «Cada uno representa un aspecto del continente. Fatiha, una marroquí, a la mujer africana; Amadú, un profesor de Sierra Leona perseguido, a la cultura y la situación política; Usman, un huérfano de Uagadugú, a los niños de la calle, y Tierno, un joven pastor, a la cultura tradicional», explicaba el propio Lozano.
Sus biografías se inician en sus lugares de origen para ir desgranando cada uno su historia, lo que permite conocer las diversas motivaciones que les llevan a salir hacia Europa. Todos acabarán en Las Palmas y tras el asesinato de una joven senegalesa prostituta, involucrados en los acontecimientos que se suceden y que van descubriendo, también, una trama mafiosa que los esclaviza y explota hasta despojarlos de humanidad, y un mundo que los rechaza y los invisibiliza.
La necesidad de resarcir a su amiga, llevará a la valiente e inteligente Fatiha a bucear en lo más profundo de la miseria humana hasta encontrar al asesino. Absorbidos por la trama, los diálogos irrumpen con gran fuerza. Lozano los utiliza de diversas maneras: bien para mostrar el comportamiento de una sociedad que asiste en su mayoría impertérrita e, incluso, que rechaza a aquellos migrantes que llegan a sus costas, bien como medio para indagar en los pasados de cada uno de estos seres e ir trenzando las relaciones entre ellos. Del mismo modo, el escritor introduce cartas, poemas, frases (sobre todo de Hampaté Bâ, en lo que es todo un homenaje) y reflexiones que nos hablan de enseñanzas, formas de vida y culturas africanas que se descubren de manera fresca, con imágenes de gran belleza y sensibilidad, al ser contadas en primera persona.
Las vidas se cruzarán y sus diversos contactos llevarán consigo desde la amistad hasta el amor. Pero también la dignidad de aquellos que no huyen cuando, a pesar de sufrir lo que más les hiere “la injusticia que comete una persona contra otra, abusando de su poder y su fuerza”, son capaces de enfrentarse y denunciar. Y la solidaridad y empatía de muchos que se sienten interpelados por la situación, las vidas y las historias de estas personas.
“Busco en los libros la respuesta a todo lo que no comprendo en el mundo. A veces la encuentro”, afirma al comienzo del libro, uno de sus protagonistas: el sierraleonés Amadú. Respuestas seguro que las hay en esta novela, pero lo que no encontraréis en ella es una lectura plácida. La escritura de Lozano es implacable a la hora de poner nombres y apellidos a tanta injusticia, tanta podedumbre, e insobornable en el momento de colocar el espejo. Y todo ello siempre desde la mirada increíblemente humana de este hombre observador y generoso que sabía encontrar, al mismo tiempo, lo mejor de cada personaje, lo mejor de cada uno, y ofrecérselo al lector.
Donde mueren los ríos (1999). Antonio Lozano. Almuzara, 2007.
Desde luego que sea un placer leer también este libro de nuestro querido Antonio, aunque pretendo leer antes Harraga. Mientras tenga libros de él pendientes de lectura, entonces seguirá presente. Y después siempre puedo releerlos.
Gracias por esta bella entrada.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
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