El autor palmero Nicolás Melini ficciona vidas de desarraigo, precariedad y esperanza
Lavapiés y sus manteros de moda de nuevo, los controles racistas y la precariedad de muchos inmigrantes africanos que conviven con nosotros se sitúan en el centro de Africanos en Madrid, el libro de relatos cortos de Nicolás Melini publicado por la editorial Reino de Cordelia el año pasado. Melini se cuela en un piso de Carabanchel con ellos, describe fiestas y comidas, glosa la pasión por la literatura clásica española de muchos vecinos africanos, desentraña conflictos laborales y sentimentales, denuncia la mutilación genital femenina y el desarraigo y reserva un espacio para la intelectualidad africana, presente a través de la semblanza de la figura del hispanista senegalés El Hadji Amadou Ndoye, enamorado de plumas como las de Luis León Barreto o Víctor Ramírez.
Nicolás Melini (La Palma, 1969) es escritor, guionista, realizador y editor. Ha publicado novelas como El futbolista asesino y La sangre, la luz, el violoncelo, libros de cuentos como Pulsión del amigo y de poemas como Cuadros de Hopper. También es cortometrajista y ha realizado Mirar es un pecado, Hijo y Bucarest 2005. Colabora en diversos medios haciendo política, crítica de cine y literaria.
Esta primavera presentó su libro, tras un año de recorrido editorial, en Casa África. Acompañado por Jerónimo Saavedra y el periodista y escritor Santiago Gil, aprovechó para recordar la actualidad del fenómeno migratorio, el racismo y la necesidad de construir convivencia y cultura.
Pregunta: ¿Cómo ha cambiado su mirada sobre Africanos en Madrid tras las vicisitudes personales y creativas que ha vivido desde que lo publicó? ¿Qué mensaje quiere que quede de estas historias a estas alturas?
Respuesta: Los libros, cuando se publican, siempre te ofrecen algo de vuelta a través de algunos de sus lectores. A veces no es mucho, pero otras esto puede incluso cambiar tu percepción de lo que has hecho, o añadirle matices que no habías contemplado. En el caso de Africanos en Madrid me han resultado especialmente gratificantes las expresiones de asombro —“¡No tenía ni idea!”— de algunos lectores. Podía intuirse que esto sucediera. Al fin y al cabo escogí contar una realidad que se encuentra entre nosotros y sin embargo no se conoce. En ese “¡No tenía ni idea!” va implícita la aceptación de esa realidad. No sabía y ahora sé. Y eso está muy bien. Qué más se le puede pedir a un libro. Me gustaría que quedase la sensación de que se trata de una realidad normal: la normalidad de los africanos en Madrid. Y me gustaría que, a partir de estas piezas sueltas, el lector haya conseguido imaginar cómo es todo lo demás de los africanos en Madrid.
Hay que cuestionarse las cosas y tratar de conocer de primera mano cuál es la realidad, que nadie te la cuente
P: La imagen de los africanos en España, en los medios al menos, se ciñe a la de la inmigración. No parece posible que se les consulte otro tipo de temas o cuestiones que no sean las relacionadas con su propio continente y con la inmigración ¿Cómo liberarnos de ese yugo?
R: Es un sesgo que hay que evitar, porque las personas somos algo más complejo e interesante que “emigrantes” o “nacionales”. Es un sesgo periodístico, de sección de actualidad, como quien dice en la prensa “Sanidad”, por ejemplo. Al final se trata de un cúmulo de datos y posicionamientos. A eso hay que sumarle la manipulación informativa que, en el caso de los inmigrantes —y más aún en el caso de los inmigrantes africanos— puede ser muy obscena porque son personas que, al fin y al cabo, en principio, a su llegada, no votan. El no ser votantes —ciudadanos libres con todos sus derechos—, propicia que se pueda montar una verdad a la medida de los consumidores de información. Se dice lo que sectores de la sociedad quieren oír. Preguntas que cómo nos podemos liberar: nos podemos liberar siendo independientes. Pero nadie lo es. Básicamente, hay que cuestionarse las cosas y tratar de conocer de primera mano cuál es la realidad, que nadie te la cuente.
P: ¿Qué tipo de historias crees que habría que contar más en los medios sobre ellos?
Tendemos a ver un problema en todo lo que tiene que ver con la emigración
R: En Africanos en Madrid hay una pieza, Sinaangas, que escribí por encargo para una antología sobre el tema en la que participaron muchas firmas españolas e hispanoamericanas, Inmenso estrecho (Kailas). Al afrontar el encargo, pensé que todos escribirían sobre la “emigración como problema”. Tendemos a ver un problema en todo lo que tiene que ver con la emigración. Incluso en el caso de los mejor intencionados, de los más condescendientes, la emigración es al menos un problema para el emigrante. En aquella ocasión me propuse escribir una breve historia sobre inmigrantes subsaharianos, tal como yo lo había vivido, en la que no hubiese problema alguno. Creo que hay muchas perspectivas posibles y sin duda necesarias y útiles para comprender el tema de la emigración, pero la de contar sus historias sin el sesgo de la denuncia política, sin el sesgo de victimización del inmigrante, es una de la más interesantes.
P: Las revueltas en Lavapiés, los controles raciales y los CIEs, las vallas, el auge de la extrema derecha y del populismo xenófobo, … ¿qué esperanza te queda para tu hija en el siglo XXI y Madrid?
R: No temo. No tengo temores específicos en relación con el futuro de mi hija. Cualquier previsión que yo intentara sería barrida por su realidad oportunamente.
P: Y como escritor y editor, persona enamorada de la lengua y de figuras como Amadou Ndoye, ¿qué puentes crees que tenemos que tender con África desde la cultura y la literatura?
El puente que hay que tender es el del viaje. Todo eso se cura viajando. Yendo a África en la medida de lo posible
R: Hace ya unos años que empezamos, poco a poco, a volvernos hacia África. Cada vez hay más gente que mira hacia allí. Cada vez hay más gente que viaja a alguno de los países africanos. Lo que nos ha apartado de África, hasta ahora, no ha sido el racismo, sino la aporofobia, el miedo a la pobreza, en un tiempo en que aquí no queríamos más que dejarla atrás. Uno de los grandes temas literarios universales es la desigualdad. Donde hay desigualdad, el drama se desata. Cervantes habló, a través de sus personajes, de las desigualdades de su tiempo. Hoy, la frontera con África constituye un gran espacio para el desarrollo de historias que contar mediante la literatura. El puente que hay que tender es el del viaje. Todo eso se cura viajando. Yendo a África en la medida de lo posible. Y la literatura nos hace viajar, ir y volver en el espacio de unas páginas. También, hay que tener en cuenta que “el centro” es muy endogámico y puede acabar siendo muy poco edificante, un aburrimiento. Cada vez habrá más gente que se canse de leer las mismas cosas sobre personajes supuestamente como ellos y habrán de mirar y aventurarse, tanto lectores como creadores, un poco más allá. Además, Europa está estancada demográficamente. Y África creciendo demográficamente de manera espectacular. En adelante será inevitable que hablemos cada vez más del continente africano. Nos hacen falta. Cada vez nos van a hacer más falta.
Mis padres susurran. Un relato de Nicolás Melini. África no es un país.
Africanos en Madrid. Nicolás Melini. Reino de Cordelia, 2017. Primeras páginas en pdf.
Me ha encantado conocer a Nicola Melini, sobre todo, la respuesta en la que habla de la emigración y no como problema.
Felicidades por la entrevista.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
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La hizo Angeles Jurado. Un abrazo. Sonia
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Pues han conseguido una conversación bien interesante entre los dos.
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