En 1904, Isadora Duncan no había tenido aún ningún sobresalto, apenas nada que la resquebrajara por dentro como después ocurrió. Comenzaba a completar en aquel momento el periplo que la llevaría a ser conocida por su espectacular manera de concebir la danza, liberándola de ataduras y formas estrechas, representación para muchos de escándalo y para otros de enigma. Había llegado a Atenas e iniciaba su trayectoria que la haría bailar descalza y libre ante los ojos atónitos y hechizados de todos los que tuvieron el privilegio de contemplarla. Muy lejos de allí, la suiza Isabelle Eberhardt, insumisa, inclasificable y poliédrica, se ahogaba en plena juventud por el desbordamiento del Sefra, en Argelia, su país de arena, que se llevó consigo el pequeño poblado en el que vivía.

Una bailaba frente al mar, sobre la arena. La otra escribía perdida, consciente y plena, en la ilimitada superficie del Sahara.
«Todo en Argelia había sido una revelación para él», se describe Isabelle en uno de sus relatos, «El Médico». Suiza de nacimiento, su primera obra la escribió en 1895, bajo un seudónimo masculino, Visions du Moghreb, sin haberse movido de Ginebra. Es un ejemplo de hasta qué punto aquellas tierras la fascinaban. Tras viajar por Túnez, se estableció en el desierto argelino desde donde llevó su vida siempre a su manera.
Isabelle Eberhardt es más conocida por su subversión que por su obra. Atravesó a caballo las doradas arenas vestida de hombre. Su trasvestismo la ayudó a penetrar en aquellos grupos de musulmanes que de otra manera le habría estado vedado. De esta manera trataba de comprender y transmitir todo lo que los diferentes pueblos argelinos le mostraban.
Convertida al islam, los colonizadores franceses la trataron con desdén y rechazo. No les gustaba la imagen de esta mujer que ataviada como un hombre se mezclaba con los argelinos para vivir con ellos y poder transmitir de primera mano sus modos de vida, pero tampoco a algunos pobladores locales. Esa figura errante, solitaria, decidida e híbrida trastocaba demasiados cimientos y creencias. Era incómoda, como solo un ser auténticamente libre lo puede ser.
Isabelle Eberhardt escribió poco, apenas unos artículos, un diario y algunos relatos cortos (reunidos bajo el título El País de Arena) a través de los cuales se hace visible su compromiso con aquellas tierras, que la llevó a denunciar el colonialismo francés y sus deshonestas prácticas. Ella realizó el proceso inverso, en lugar de querer apropiarse de nada, se sumergió en la vida argelina.
Adelantada a su tiempo, en «Yasmina«, una novela corta que narra la historia de amor entre un oficial francés y una beduina (ella misma se casó con un oficial argelino musulmán) muestra a argelinos y franceses, colonizadores y colonizados, musulmanes y cristianos y la imposibilidad de dicha comunión en aquel momento. En este relato escribe:
África, a donde había venido voluntariamente, se le aparecía aún como un mundo casi quimérico, profundamente desconocido, y el pueblo árabe, por todas las manifestaciones exteriores de su carácter, lo sumía en un constante asombro.
En otros relatos va dejando traslucir sus preocupaciones, a través de una escritura que le vale de refugio. Tanto en «Tesaadiz»o «Taaliz» como en «Novia», escribe sobre amores que nacen desgraciados con mujeres que acaban prostuidas (critica también con las costumbres musulmanas, como apunta Inmadulada Jiménez Morell en el prólogo). Al igual que plasma su postura anticolonial («El médico militar» o «Campamento»), pero sobre todo escribe sobre su pasión por la vida nómada, su fascinación por el desierto, que puede más que cualquier vínculo afectivo («Vagabundo»).
Errante, vagabunda, extrema y apasionada, su literatura (de factura irregular) comenzaba a formarse cuando la muerte se la llevó muy joven. Tal vez como dice Jiménez Morell «la belleza de estos relatos reside, sobre todo, en la armoniosa correspondencia con el pensamiento y la vida de su autora». No en vano, siempre fue una nómada de la vida y de si misma.
Ficha:
- Idioma: Original: Francés (1989). Éditions Papyrus Afrique (Dakar)
- Traducción al castellano: Ediciones del Oriente y del Mediterráneo (2000)
- Selección, traducción e introducción: Inmaculada Jiménez Morell
- Nº páginas: 234
Me ha gustado mucho. Un abrazo.
Me gustaMe gusta
Muchas gracias.Otro abrazo de vuelta
Me gustaMe gusta