
Mi sobrino de seis años disfruta como un niño cada vez que ve la película Kirikú y la bruja, dirigida por Michel Ocelot en 1998, y cuando termina de visionarla siempre se le escapa un «es tan bonita» en forma de suspiro. A mi me pone los dientes largos y casi nunca puedo evitar el sentarme a su lado y perderme en los bellos dibujos del film. Se trata de una de esas joyas extrañas y únicas que se rebelan ante el intento de ser contenidas bajo ninguna etiqueta y que despiertan admiración y asombro ante el tratamiento de su historia y el despliegue de colorido e imaginación.
¿Qué quien es Kirikú?…
La historia es sencilla. Un niño dotado de la extraña capacidad de correr y hablar desde el mismo instante de su nacimiento se enfrenta a una poderosa bruja llamada Karabá que está haciendo la vida imposible a los habitantes de una aldea y que cuenta, para ello, con un ejército de fetiches sometidos a su voluntad. Para derrotar a la hechicera, Kirikú, convertido en héroe, tendrá que vivir varias aventuras y llegar hasta el gran termitero, donde reside su abuelo, un venerable anciano que le dará las claves para contrarrestar el poder de Karabá. Sin embargo (y este es uno de los aspectos más destacables del largometraje), Kirikú se plantea en todo momento que tiene que haber una explicación para la maldad de la bruja y no ceja en su empeño hasta averiguarlo y descubrir que era también una víctima, a su vez, de la crueldad de otros. “Yo también me hacía de niño la pregunta de por qué la gente mala era mala”, asegura Ocelot. Desde esta óptica, el final es sorprendente. (José Naranjo- «El pequeño Kirikú cumple 15 años«. Blog África no es un país).
La historia, en origen en francés, ha sido traducida a múltiples idiomas (se puede encontrar también en euskera y catalán) y es la primera de una trilogía que ha continuado con Kirikú y las bestias salvajes y Kirikú y los hombres y las mujeres. Basada en las vivencias de su creador, Michael Ocelot, que pasó su infancia en Guinea, surgen de sus recuerdos y de los cuentos populares que allí escuchó. La música es otro de los grandes alicientes de la serie ya que ha sido compuesta por Manu Dibango y Youssou N’Dour.
El sábado pasado, paseando por Matadero en Madrid, donde se celebró un Festival de Afroconciencia, impulsado por Kwanzaa, me paré en el puesto que habían colocado los de la librería valenciana United Minds (os hablo en breve de ellos). Me llevé varios libros, entre ellos uno de la serie que la editorial Kókinos tiene publicados con Kirikú como protagonista, en concreto Kirikú y la jirafa.
Michel Ocelot firma una introducción en la que explica que «este álbum no es la continuación de Kirikú y la Bruja. Son recuerdos de Kirikú cuando era niño. La primera película y el primer libro fueron demasiado breves: no había espacio suficiente para contar todas las hazañas que realizó mi pequeño héroe. Ahora, en la película y en los libros de Kirikú y las bestias salvajes, os la puedo relatar».
Completan la serie:
- KIRIKÚ Y EL BÚFALO DE LOS CUERNOS DE ORO
- KIRIKÚ Y EL FETICHE EXTRAVIADO
- KIRIKÚ Y LA BRUJA
- KIRIKÚ Y LA HIENA NEGRA
- KIRIKÚ Y LAS BESTIAS SALVAJES
A mi sobrino se le queda la cara tierna cuando terminan las aventuras de Kirikú y la bruja Karabá, y eso que algo de miedo la mujer sí que le da. Sin embargo, estoy convencida de que no reacciona así solo por la parte estética. La historia se va deslizando, mostrando una búsqueda, tras la sospecha de que en el fondo de muchas maldades está esperando agazapada la oportunidad de demostrar lo contrario. Y lo logra, para mi propia sorpresa, de una manera mágica y preciosa.
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