Para Salwa Bakr escribir es «en último término un acto de justicia social». Ella, no en vano, es una de las voces más reconocidas y comprometidas de las letras egipcias. Así, elige para sus obras a los seres más marginados, ignorados y pisoteados de una sociedad (la egipcia en este caso). Prefiere dar protagonismo a personas discapacitadas o enfermas mentales y por eso escribe también sobre mujeres «poco corrientes» .
Parecería un enfoque rápido y fácil dejarlo todo en manos de esos conceptos aprendidos que hilvanan, sin ningún tipo de duda, mujer/musulmana/árabe con opresión. Además de la simplificación con que tomamos esas palabras y, a pesar, de que las lecturas y más lecturas nos devuelven una complejidad «añadida» (más bien, reflexionando, se trata de una realidad que parte de la base ya que son las propias mujeres quienes nos emplazan a conocerla). Tenemos problemas para eludir nuestro propio eurocentrismo, tenemos dificultades para asomarnos sin prejuicios, no digamos ya con la mente abierta. Cuesta entrar en mundos que no se corresponden con lo mostrado hasta el momento como única verdad y puede ser la razón de que novelas como ésta no gocen de públicos mayoritarios.
Los personajes de Bakr existen a millares. Basta tener un poco de interés para encontrar cientos de historias que nos muestran el desangre de tantas otras mujeres a las que les es imposible respirar. La diferencia puede consistir en que la mayoría de ellas soportan la situación sin llegar al extremo al que llegan estas quince mujeres presas en una cárcel en Alejandría que desfilan por la novela de Bakr. Y ella lo sabe. Por eso escribe una novela, porque estamos en otros márgenes, los que surgen de la pobreza, la falta de educación y la carencia de reconocimiento de derechos. La escritora sabe que lo vivido por estas mujeres egipcias es reconocible en los universos de muchas otras incluso en países que nada tienen que ver con el mundo árabe/africano, ya que en último término lo que subyace es la dominación del hombre sobre la mujer, su anulación y sometimiento. Pero si bien es cierto que está narrando desde un encuadre concreto en el que muchas se pueden reconocer, no todas las mujeres que pasan por la cárcel son iguales, ni sus sufrimientos son de la misma naturaleza. Eludamos simplificar, porque no sirve.
La protagonista principal Aziza es una mujer que el marido de su madre ha convertido en amante siendo una chiquilla. A la muerte de su progenitora, su padrastro decide volverse a casar con otra mujer y ella le asesina. Algunos años después de entrar en prisión, los síntomas de locura de la joven comienzan a manifestarse. La locura emergerá entonces como la salida necesaria de un mundo que le ha negado lo que consideraba propio y justo. En la cárcel encontrará un lugar en el que se sentirá querida y en el que compartirá su vida por primera vez. De la mano de Aziza irán apareciendo las otras mujeres que han llegado al confinamiento por motivos diferentes. Junto a ella surgirán otro puñado de voces que nos van desgranando sus historias de manera colectiva y componiendo un auténtico tapiz de la dura-dura realidad que han atravesado y soportado estas personas. Sus destinos se cruzan a través de la experiencia carcelaria a la que han llegado por diversos caminos.
Frente a ellas, frente a estas mujeres que producen rechazo en la sociedad de la que provienen, surgen múltiples dilemas. Algunas han sido víctimas de situaciones que no han podido soportar más (Hinna, la mujer que «su marido mató cien mil veces durante cuarenta y cinco años mientras que ella solo lo hizo una vez»), otras han sido encerradas por motivos políticos («esas mujeres tan preocupadas por la política vivían en otro mundo y no sabían nada de los pobres a los que siempre estaban mencionando») o han emergido, vagabundas, desde las frías y crueles calles. Sus crímenes piden que se bucee en sus motivos. Cada una de ellas con su propio pasado doloroso. La propia Aziza va entrando en estos mundos diversos, ganándose la confianza y la amistad de estas mujeres, mientras sueña en sus fantasías mentales, en procurarles una salida a su situación, un final glorioso, liberador pero triste.
No obstante, el tema de la otra mujer mantenía en llamas a Hinna y le desazonaba los nervios porque temía que en cuanto esa mujer llegara a casa a ocupar su sitio la echarían a patadas a la calle. (pág.54)
Ficha:
- Título original: Publicación en árabe (1991), traducción al inglés The Golden Chariot (1ª edición 1997)
- Idioma: Original: Árabe
- Traducción al castellano: Del inglés, Editorial Txalaparta (1997)
- Traductor: Alfonso Ormaetxea
- Nº páginas: 190
- Portada: Esteban Montorio
- Esta es la portada de la traducción del libro al coreano:
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