El 21 de marzo pasado se cumplieron dos años del fallecimiento de Chinua Achebe (Massachusetts, 21 de marzo de 2013). Está considerado uno de los más grandes (influyentes) escritores del continente africano, adquiriendo su figura carácter universal. Son muchos los que se consideran deudores de su persona, y los que agradecen su camino que logró colocar la literatura del continente en primer plano y, con ella, a sus escritores.
Por mi parte, le tengo que agradecer en especial que me diera la idea para abrir este blog, cuando leí que, en una conferencia, había recordado este proverbio africano: «Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, la historia de la caza siempre glorificará al cazador«. Nada más leerlo, supe que había llegado el tiempo de escuchar a los leones.
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Achebe nació en 1930 (Ogidi-Nigeria) dentro de la cultura igbo, lo cual marcaría su trayectoria literaria en la que reflejaría la lengua y cultura de su pueblo, a través de una gran riqueza de proverbios, fábulas y cuentos, rituales o costumbres. Sus padres (unos pastores protestantes) le educaron dentro de la nueva religión, pero él pronto demostró su intención de volver a sus raíces, dejando su nombre inglés de lado (estaba bautizado como Albert) y recuperando su nombre original.
Durante los años de su primera escolarización, Achebe pasaba gran parte de su tiempo en la biblioteca de la escuela leyendo a autores como Charles Dickens, W. B. Yeats, Joseph Conrad y Robert Louis Stevenson, destacando por su erudición y su facilidad al escribir. Después, fue uno de los primeros estudiantes que se graduaron en la «Universidad de Ibadan», lugar en el que coincidiría con otros escritores como Wole Soyinka o John Pepper-Clark. Se formó como productor de radio y director de radiodifusión externa, estudió en la BBC en Londres en 1956 y durante este período comenzó su carrera como escritor.
Colaboró en revistas (como la prestigiosa revista literaria Okike, en la que jugosos debates dieron lugar al libro Hacia la descolonización de la literatura africana, escrito por Chinweizu, Jemie y Madubuike), fue el editor de la serie «African Writers Series» que, fundada en 1962 por la editorial Heinemann, recogía las obras de los escritores africanos, siendo casi la única posibilidad de ver sus trabajos publicados, y fue el escritor que Mandela leía en la cárcel. El líder sudafricano se refirió a Achebe y su obra como una fuerza “en cuya compañía los muros de la prisión se derrumbaban.”
Cuando todo se desmorona
En 1958 inició su «trilogía africana» con Todo se desmorona, a la que siguieron La flecha de Dios [1986] y Me alegraría de otra muerte [2011].
Sin duda, fue su primera novela Things fall apart (Todo se desmorona), escrita en inglés como el resto de su narrativa, la que le encumbró. Traducida a más de cincuenta lenguas (se puede encontrar en euskera, catalán y gallego) pero no a igbo, es la obra más (re) conocida de un escritor africano. Centrada en la época colonial, aportaba el punto de vista de un africano contando su historia.
Achebe, a través de la historia de Okonkwo y su pueblo, desafió al eurocentrismo y lo hizo sobre todo para los propios africanos, para que superaran el estado permanente de humillación y subestima, “yo estaría completamente satisfecho si mis novelas, especialmente las que situé en el pasado, hubieran servido al menos para enseñar a mis lectores que su historia, a pesar de todas sus imperfecciones, no fue la larga noche de salvajismo de la que los europeos, actuando en nombre de Dios, vinieron a liberarnos” (Chinua Achebe, “The novelist as teacher”, en Hopes and Impediments, Doubleday, Nueva York, p.45, traducción Mata Sofía López Rodríguez).
En 1966 publicó Un hombre del pueblo. Esta novela pertenece a la llamada “literatura del desencanto“. El tiempo del colonialismo ya pasó y ese final, que se anhelaba lleno de ilusiones, se fue desinflando sin remedio. El escritor había mostrado su disgusto con una Nigeria donde los líderes que había luchado por la independencia se habían convertido en traidores después de alcanzar el poder, y habían sacrificado su país a cambio de comodidades y lujos.
Es en ese punto en el que se colocó Achebe para narrarnos esta historia, llena de humor e ironía, y situada en un lugar indeterminado de África, en donde un joven maestro, Odili, es invitado por quien había sido su profesor, el jefe Nanga, un hombre del pueblo convertido en el todopoderoso y corrupto ministro de Cultura. Un texto de una triste vigencia.
Además de su otra novela traducida al castellano, Termiteros de la sabana [1987], publicó cuentos, libros para niños, poemas y diversos libros de ensayos, hasta llegar a publicar el último de sus libros en el que hablaba sobre la historia de Biafra: There was a country: a personal history of Biafra [2012]. Achebe participó en el aparato cultural de la efímera República de Biafra (1967-1970) y en el libro habla sobre ello. “Mi objetivo no es proporcionar todas las respuestas, sino plantear preguntas y quizás provocar algunos dolores de cabeza” dijo al respecto.
Su obra más polémica
En 1975 escribió un breve texto titulado “Una imagen de África: nazismo en El corazón de las tinieblas, de Conrad“ que ocasionó un gran revuelo tras su publicación. Se trataba de una lectura muy crítica del conocido libro de Joseph Conrad argumentado que “(la novela) proyecta la imagen de África como “el otro mundo”, la antítesis de Europa y, por tanto, de la civilización, un lugar donde la cacareada inteligencia y refinamiento del hombre son finalmente burlados por la bestialidad triunfante”.
Desde la antítesis que el libro del escritor polaco plantea ya desde el inicio, entre dos ríos; uno europeo, el Támesis (la civilización), el otro africano, el Congo (el salvajismo), de donde parte y a donde llega Marlow, Achebe va mostrando sus argumentos para mostrar lo pernicioso de la novela.
Achebe no dudó en llamar racista a Conrad. Para ello eligió fragmentos de la novela tan significativos como éste: “los hombres eran… No, no eran inhumanos. Bueno, sabéis, eso era lo peor de todo: esa sospecha de que no fueran inhumanos brotaba en uno lentamente. Aullaban y brincaban y daban vueltas y hacían muecas horribles, pero lo que estremecía era pensar en su humanidad (como la de uno mismo), pensar en ese remoto parentesco de uno con ese salvaje y apasionado alboroto. Desagradable. Sí, era francamente desagradable; pero sí uno fuera lo bastante hombre, reconocería que había en su interior una ligerísima señal de respuesta a la terrible franqueza de aquel ruido, una oscura sospecha de que había en ellos un significado que uno, tan alejado de la noche de los primeros tiempos, podía comprender”.
«Los estudiosos de El corazón de las tinieblas suelen decirte que a Conrad no le preocupaba tanto África como el deterioro de una mente europea causada por la soledad y la enfermedad. Te señalan que Conrad es, si acaso, menos caritativo con los europeos de la historia que con los nativos, que el tema del relato consiste en ridiculizar la misión civilizadora de Europa en África (…) En parte esa es la cuestión. África como escenario y telón de fondo que elimina al africano como factor humano. África como campo de batalla metafísico dedicado a toda la humanidad reconocible, en el que el europeo errante penetra por su cuenta y riesgo (…) La auténtica cuestión es la deshumanización de África y los africanos que esta eterna actitud ha fomentado y continúa fomentando en el mundo». (pág. 49)
Fuera de África
Desde la década de los 90 residió en Estados Unidos, donde ejerció de profesor y en donde un accidente de tráfico le postró en una silla de ruedas. Allí le alcanzaría la muerte el 21 de marzo de 2013, unos meses antes que a Nelson Mandela.
Es, cuando menos extraño por decir algo, que se le escapara, en reiteradas ocasiones, el «Nobel de Literatura». En una entrevista para “The Sahara reporters“, Wole Soyinka reveló, tras la muerte de Achebe, que había recibido peticiones para que mediara en la concesión del premio con carácter póstumo, lo cual el laureado consideraba que era hacer un flaco favor tanto a la obra del escritor, como a la propia literatura que emana del continente. En 1988 un reportero le había preguntado al propio Achebe sobre su sentimiento por no haber ganado el Nobel, a lo que él respondió: “Mi posición es que el Premio Nobel es importante, pero es un premio europeo. No es un premio africano”.
Y lo suyo era África.
La obra de Chinua Achebe también en euskera, catalán y gallego:
- TRILOGÍA AFRICANA:
Todo se desmorona [1958] Gainbehera dator dena [eusk.]; Kitto dena [eusk.]; Todo se esfarela [gal.]; Tot se´n va en orris [cat.]
La flecha de Dios [1986]; A frecha de deus [gal.]
Me alegraría de otra muerte [2011]; Xa non hai acougo [gal.]
- Un hombre del pueblo [1966]; Un homo do pobo [gal.]
- Termiteros de la sabana [1987]
Muchas gracias, por el post, yo le recuerdo con mucho cariño, es un ejemplo a seguir.
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