
En 1516 Tomás Moro describía una isla, «Utopía«, en la obra del mismo nombre. En ella se avanzaba una idea: «lo que no estaba en ningún lugar», ubicándolo, sin embargo, en los límites territoriales de un pedazo de tierra. La isla se convertía así en símbolo de lo inalcanzable, lo sublime o lo ideal. No somos islas, nos repiten a menudo, pero casi todos hemos pensado con detenimiento, alguna vez, qué nos llevaríamos a ese paraíso que creemos poder encontrar en una isla desierta.
La imaginación teje de sueños ese «lugar» mental, en el que parece que nos podemos sentir en contacto directo con nuestro yo más íntimo. La isla aparece como ese espacio mítico donde todo parece posible, hasta el punto de que otro pensamiento recurrente suele emerger con facilidad: el de abandonarlo todo para vivir allí, donde toda idealización se torna verdadera. Es por ello el marco ideal para contar historias que levantan nuevas sociedades y formas de organizarse. Y también narraciones terribles conociendo que los límites físicos de la isla impiden la huida.
La isla imaginada o real toma el protagonismo de gran número de títulos literarios: Ítaca la patria de Ulises y a través de la cual, mediante un poema, el griego Kavafis nos enseñó que lo importante era el viaje que nos llevaba hasta ella, La isla del tesoro o la isla de la Desesperación a donde llegó el naufrago Robinson Crusoe. También La isla misteriosa de Verne o la isla sin nombre de la distópica El Señor de las moscas que se inspiró a su vez en la novela Un mundo feliz de Huxley, cuyo autor creó un universo contrapuesto al que emerge en su otra creación, Pala, La isla.

En el continente africano hay una gran cantidad de islas, más o menos conocidas, y en torno a/desde ellas también han surgido obras literarias. Nelson Mandela escribió en Robben Island, a mano y de forma clandestina, su autobiografía, Un largo camino hacia la libertad. Si la sola mención del nombre de la isla sudafricana nos trae la imagen del gran líder mundial, Gorée (Senegal) y Zanzíbar (Tanzania) hacen lo propio con su pasado esclavista. Otras, en cambio, son más desconocidas, como Bioko (Guinea Ecuatorial), Lamu (Kenia) o Djerba (Tunez) la isla más grande del norte africano.
![]() |
![]() |
De Zanzíbar, uno de los principales enclaves para el comercio de esclavos, procede el escritor Abdulrazak Gurnah cuyas obras tienen, de una u otra manera, un enlace con la isla. Así escribió en 1994, la novela Paraíso para desafiar los discursos maniqueos construidos por el colonialismo en torno a que la razón final del mismo fue poner fin a la esclavitud árabe. En Annobón una isla volcánica paradisíaca con un pasado tremendo, situada en el golfo de Guinea, creció Juan Tomás Ávila Laurel. En Arde el monte de noche un incendio fortuito desencadena una cadena imparable de infortunios en la isla del mar de Atlante. La descripción de la vida en la isla, desde el punto de vista de un niño, nos habla de un lugar aislado, como lo fue Annobón (donde tras la independencia de la colonia, el gobierno de Francisco Macías prohibió la entrada y salida de la población, iniciándose un período de aislamiento de la isla durante dos años).
Pero, sobre todo, donde abundan los escritores es en las seis grandes islas (o archipiélagos) del continente. Desde ellas, grandes o pequeñas, conocidas o desconocidas, emergen letras propias, con una personalidad diferente, marcada por la propia insularidad, son el «reflejo de un estar-en el-mundo diferente del de sus territorios vecinos.»
Madagascar
|
|
Natural de esta isla-continente, Jean-Joseph Rabearivelo (Antananarivo, 1901-1937) está considerado uno de los grandes escritores malgaches, tanto por su poesía como por el resto de su obra. Vivió la dominación colonial francesa, y se expresó tanto en francés como en malgache. De personalidad compleja, se sentía cercano a los poetas malditos franceses como Baudelaire y Rimbaud y se suicidó con apenas 37 años. Según Guillermo Pié Jahn e Irina Razafimbelo, Rabearivelo escribió poesía en español, décadas antes de que naciera la literatura ecuatoguineana y tradujo a Góngora al idioma malgache.

Más próximo en el tiempo es Jean-Luc Raharimanana (Antananarivo,1967) quien en su novela Nur, 1947 narra la rebelión llena de violencia que se desencadenó en 1947 contra los invasores que habían declarado al país, territorio de ultramar francés. Comprometido con la realidad de Madagascar, no pudo publicar este libro en su isla natal debido a la situación política. Durante un tiempo abandonó la enseñanza para defender a su padre que había sido acusado de incitar crímenes y delitos contra la seguridad interior del Estado y condenado tras un juicio a dos años de prisión. Su obra cercana al realismo mágico e influenciada por la tradición oral, está ligada a la historia y a la realidad de su país.
Cabo Verde
![]() |
![]() |
![]() |
En opinión de Joaquim Arena (San Vicente, 1964), autor de La verdad sobre Chindo Luz, en la que describe la realidad de la inmigración caboverdiana en Lisboa, » la literatura en Cabo Verde se quedó demasiado encajonada, en su rincón, mientras la nación caboverdiana se daba a conocer al mundo a través de la emigración.» Lo cierto es que lo más conocido de la producción literaria de este conjunto de islas, antiguas colonias portuguesas, se encuentra en las obras de Germano Almeida (Boavista, 1945) con títulos como La isla fantástica, El testamento del señor Napumoceno da Silva Araújo (también en euskera, Editorial Txalaparta) y Doña Pura y los camaradas de Abril.
Según Almeida, «Cabo Verde ha tenido grandes escritores desde el siglo XVII, pero hasta mediados del siglo XX las islas tenían una literatura exactamente igual a la literatura portuguesa. A partir de 1936 comenzó a aparecer una literatura más caboverdiana, que se preocupaba por los problemas del país, que en aquellos momentos eran la sequía, la hambruna, la falta de educación, el abandono del gobierno colonial… Porque aunque a través del puerto de la isla de São Vicente entraba alguna riqueza al país, no era utilizada a favor del pueblo sino a favor del colonialismo portugués. Entonces en el 36 surgió una literatura de denuncia sobre la situación que existía y este movimiento luego tuvo mucha influencia en la generación que se vio ligada a la independencia nacional del país.»
En fechas recientes, Eileen Barbosa, representante de la nueva generación, ha sido seleccionada entre los nombres más prometedores del África sub-sahariana.
Mauricio

De Ananda Devi (Trois Boutiques, 1957) se ha dicho que «en sus obras crean un universo poético casi místico que no se parece a ningún otro surgido en esta zona geográfica». De ascendencia india, nos sumerge en un universo narrativo cargado de elementos poéticos con una fuerte carga mística.
En su novela Suspiro, nos muestra el conocimiento paulatino de los personajes al ir descubriendo cómo su isla se convierte en una desconocida ante la llegada y abuso del turismo. La isla es un paraíso pero para «los otros» los empresarios que urbanizan, los turistas que hacen y deshacen, la globalización que pasa como un rodillo por encima de sus costumbres. Seres despojados de todo, no solo de sus tierras sino de ellos mismos, es lo que nos presenta Devi, de manera poética pero sin hurtar décimas de realidad.
En Mauricio se estableció también la sudafricana Lindsey Collen ganadora del Commonwealth Writers’ Prize al mejor libro en 1994 y 2005. Su novel más conocida es The Rape of Sita que muestra a la isla bajo la dominación británica.
Comoras
Este archipiélago formado por varias islas y arrecifes coralinos de origen volcánico, por las que pasaron los árabes y después lo europeos, ha tenido también una agitada existencia después de su independencia lograda en 1975 con varios golpes de estado hasta constituir la Unión de Comoras, con autonomía, constitución y presidente propio.

Mohamed Toihiri (Mitsoudjé, 1955) refleja en La République des Imberbes chez l’Harmattan (1985) esta situación convulsa que vino tras la independencia.
Junto a Toihiri aparece otro destacado escritor, Aboubacar Saïd Salim, con el que le une ser pionero escribiendo en Comoras en lengua francesa.
Además, ambos tienen una misma temática, una misma obsesión, una misma herida, tal y como resalta Magali Nirina Marson en su artículo para la «Revista 2384«: «El miembro de uno de los comandos que siembra el terror de Guigoz, jefe supremo en La république des imberbes, de Mohamed Toihiri, se enamora de una comorense. Cuando se da cuenta de las injusticias, del horror perpetrado por los suyos, este mercenario intenta, pidiendo ayuda a un periodista, romper su contrato. Estos mismos mercenarios que siembran el terror, son los que evoca Aboubacar Saïd Salim en Le bal des mercenaires que se celebra cotidianamente en «Niorm, capital de la República federal de las islas Kavu» o «islas de la nada», que descubre con espanto su joven protagonista.»
Seychelles

Antoine Abel (Mahe, 1934-2004) quien se describió a si mismo como «un pequeño poeta sin importancia viviendo en una isla de poesía», acercó la cultura de su país, una nación de 115 islas, un santuario de flora y fauna, y la lengua criolla al mundo.
Después de que Seychelles lograra su independencia en 1976, la lengua criolla fue reconocida como lengua nacional y el escritor publicó más de 60 títulos en este idioma, en especial literatura para niños. En muchos de sus cuentos el protagonista es un personaje de la cultura de Seychelles, el mono Soungoula, mitad humano y mitad hombre. Antoine Abel demostró para sus compatriotas que la vida cotidiana podía plasmarse por escrito y resultar atractiva, también la de Seychelles.
Santo Tomé y Príncipe
Cantar al mundo es lo que hace Olinda Beja (Guadalupe, 1946). Poeta, ligada a la tradición oral, ha escrito además novelas y cuentos.
Um Grão de Café (2013), cuenta la história de Paguê, un niño que dio origen al nombre de la isla Príncipe.
Se trata del primer libro para niños en la historia literaria de este país, ya que la tradición oral sigue estando muy presente en la literatura infantil de las islas.

Olinda Beja es en la actualidad profesora y presenta con frecuencia su trabajo en las escuelas de Portugal y del extranjero, fomentando que el oyente descubra la literatura y la cultura de Santo Tomé y Príncipe. Ella dice que «tiene una pasión por su tierra», y que es más intensa porque la conoció más tarde (desde los dos años vivió en Portugal). De hecho, cuando regresó con 37 años Olinda Beja se sorprendió al descubrir una cultura que le pertenecía y que siempre estuvo allí para que la descubriera.
A menudo nos sorprendemos al conocer otras culturas, pero, como en el caso de Beja, ellos mismos (los nativos) pueden ser los primeros sorprendidos al descubrir la propia. Aviso para navegantes.
0 comments on “Literatura insular africana”