Soyinka no es fácil.
Los intérpretes se inicia de manera abrupta sin darnos tiempo a recolocar la mente para iniciar la lectura. Al igual que en La estación del caos, nos introduce en el centro de la trama, sin más explicaciones. Escrita en 1965, tras el sueño frustrado de las independencias, cinco años después de que Nigeria obtuviera la suya, truncado cualquier atisbo de esperanza en un futuro mejor y más justo, el primer nobel de literatura africano escribe sobre cinco amigos residentes en Lagos y representantes de la nueva sociedad nigeriana, y ahonda en sus decisiones y en su desconcierto, sin dejar de lado el sentido del humor.
Con ecos de Faulkner y de Joyce, Wole Soyinka huye de las representaciones estereotipadas y hace aflorar una escritura alejada de lo «común aceptado» para mostrarnos una narración difícil y compleja, pero coherente de principio a fin, en la que la transgresión es la norma. Es cierto que las realidades postcoloniales de África no caben en una única narrativa y es debido a ello, intuyo, por lo que Soyinka introduce a sus intérpretes, cada uno con su manera de interpretar el mundo que le rodea, en una trama confusa y caótica con saltos de todo tipo y llena de disquisiciones filosóficas, mediante la que sus personajes tratan de encontrarse, en su propia dislocada búsqueda de identidad, individual y colectiva.
Caos. Carencia de asideros. Fragmentación. Bifurcación de caminos. A todo esto y más se enfrenta el quinteto protagonista. Kola, el pintor que intenta reflejar en su tela más ambiciosa, la herencia de la sociedad nigeriana. Egbo, el aristócrata. Sekoni, el ingeniero. Sagoe, el periodista y Bandele, el sabio. Todos ellos componen este fresco, que resuena de voces que se entrecruzan, desde las historias particulares de cada uno de ellos, graduados universitarios, que han estudiado y viajado al extranjero y regresan a la Nigeria independiente. Estos intelectuales tratarán de encontrar su camino dentro de la nueva estructura política, en una sociedad dominada por la confusión, la hipocresía, el materialismo y la corrupción.
Las obras de Soyinka no son fáciles de resumir y ésta no es una excepción. Pienso que Egbo es el eje vertebrador, que inicia y concluye la trama. A Egbo, nieto y heredero de un jefe tribal, se le abre un dilema: puede volver a la antigua aldea y asumir sus poderes y privilegios (incluyendo la poligamia) o abandonarlos y adaptarse a la nueva Nigeria. Es decir, optar entre la tradición o la modernidad. Su propia posición personal que se debatirá entre Simi, su amante, y una estudiante sin nombre de la que espera un hijo, pueden inclinar la balanza al regreso a la tribu, en donde le será permitido mantener a ambas mujeres, y en donde podrá huir del agobio que le produce el caos urbano.
Y esa nueva Nigeria ha de traer otros cambios. Sagoe, el periodista, tendrá un revelador diálogo con Joe Golder (un entusiasta del «black is beautiful» y profesor de literatura americano), en un juego dialéctico, cómico y lastimoso a la vez. Éste se ofrece a compartir su casa con él, pero Sagoe comienza a sentirse incómodo y temeroso, inconscientemente ha descubierto algo sobre Golder que no se atreve a exteriorizar; la homosexualidad del profesor le incomodará y molestará «supongo que, como periodista, debo apechugar con todo. El problema en ello es que no veo nada que mi director pueda utilizar» (pág.217) contestará a Bandele cuando éste se disculpa por no haberle advertido.
De la mano de esta élite parece que no cabe esperar ningún cambio social. Menos oscura que La estación del caos, y con un tono más satírico, en Los Intérpretes Soyinka crítica y pone su lente sobre la clase media nigeriana, absorta en sus propios egos, insensible y despiadada, incapaz de salir de su propio laberinto.
Es la segunda vez que la leo. Insistiré.
Si simplemente fuéramos, si simplemente fuéramos y no sintiéramos las cuerdas que nos esclavizan, para caer desde agujeros impersonales al vacío sin deberles nada de nuestros yoes ni a los muertos ni a los vivos, y creciéramos hacia eso, sin acomodar ni debilitar nuestra voluntad con la comprensión, de modo que cuando el presente se quebrara sobre nuestras cabezas enseguida encontrásemos una nueva Ley para vivir. (Página 262)
Ficha:
- Título original: The interpreters (1965)
- Idioma: Original: Inglés
- Traducción al castellano: Circulo de lectores, S.A. (1987)
- Traductora: Pedro Domingo Santos
- Nº páginas: 268
- Otras traducciones de esta obra:
- Els intèrprets [Catalá] (1999) Edicions 62, S.A.
- Os intérpretes [Galego] (2003) Bibliotex Editor, S.L.
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