Relatos VV.AA

Hijos del balón-VVAA

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El fútbol es mi magdalena de Proust, esa afirmación es ampliamente compartida por los otros diez escritores. No hay necesidad alguna de ser semiólogo para sentir esas pequeñas explosiones de adrenalina que caracterizan este deporte tras una fase o una anécdota. En fin, en los países del Sur donde buena parte de la humanidad vive en un permanente Apocalipsis del nacimiento a la muerte, el fútbol sirve de bálsamo para el corazón, de bocanada de aire, y eso no es desdeñable. Abdourrahman A. Waberi (prólogo).

Breve resumen:

Esta obra representa la esperanza de todo un continente. Es el relato de una generación a través de una pasión: el fútbol. Con ocasión de la primera Copa del Mundo organizada en tierra africana, once autores se han prestado al juego y nos ofrecen, cada uno de ellos, un relato en el que el balón ocupa un lugar especial. Los once escritores reunidos en esta antología sienten una auténtica pasión por el fútbol. Algunos autores han sido verdaderos jugadores; otros, aficionados de domingo, expertos escritores en materia futbolística y los relatos son rostros del continente africano: desde los niños que juegan al fútbol en el polvo de las calles hasta los jugadores profesionales que sueñan en grandes clubs europeos. (Fuente: Casa África)

Ficha:

  • Título original:  Enfants de la balle
  • Idioma: Francés
  • Editorial: El Aleph-El Cobre (2010), Grup Editorial 62, S.L.U.
  • Traductor: Manuel Serrat Crespo
  • Coordinación y prólogo: Abdourahman Waberi 
  • Número páginas: 197

Tras leerlo:

Esta compilación de relatos tiene el mérito de reunir a once autores del continente africano, con una gran variedad de procedencias, experiencias y culturas. Como en un partido de fútbol, once son los jugadores que van a disputar el partido. Reflejo de esa África joven, cosmopolita y desacomplejada a la que alude Waberi en su prólogo. En la alineación hay  representación tanto del norte africano como del África sub-sahariana. Hay autores blancos y negros, hombres y mujeres, que viven en África y que viven fuera del continente. Es una selección africana, sin duda discutible como cualquier otra.

En algunas narraciones, el fútbol parece una excusa para narrar  otro acontecimiento más importante, y en otras, en cambio, es el eje y motor del relato. El deporte rey como evasión, oportunidad, futuro, gloria, alegría, simple juego, tapadera o trampa, asoma por estas páginas produciendo diversos sentimientos, hay cabida tanto para el humor como para el drama, y también para el desconcierto.

Los cuentos o relatos breves son un género en apariencia fácil. Escribir una docena de páginas no parece requerir especiales habilidades. Que funcione, en cambio, es otra cosa. “Un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases”, escribía (San) Julio Cortazar. Y cuando acaba tiene que haberte dejado K.O.

Aquí se ha optado por denominarlos relatos (no conozco demasiado la diferencia entre un género y otro), quizás para huir del concepto demasiado cerrado y exacto de lo que es un cuento. En conjunto son ágiles, bien escritos y, algunos, impactantes.

La última partida de Beckett” de Kangni Alem (Togo): Un torneo literario, una competición de futbolín entre escritores, es el telón de fondo de una liberación personal. La mayor victoria,  la que se arranca en la soledad y  el desgarro.

“Espíritu de cuerpo” de Mark Behr (Sudáfrica): Una reunión de antiguos alumnos le trae al narrador recuerdos que querría no haber recordado, un incidente de su infancia en una escuela para niños cantores del que él fue parte pasiva. Un castigo a dos muchachos (el fútbol tendrá mucho que ve en ello) que nadie quiso detener. Y las barreras infranqueables de siempre, con el apartheid. Las magnificas actuaciones de los muchachos eran producto de un incansable aprendizaje y de una disciplina férrea,  y no de una delicada maduración del alma.

“Blanco y negro” de Yahia Belaskri (Argelia): Inquietante el resultado que arroja el final de un partido de fútbol, que es aprovechado para sembrar la violencia y el terror por toda una ciudad. El estadio tiembla bajo los pies de los espectadores presa de una convulsión generalizada, algunos lloran, otros se besan, saltan, danzan, ríen, aúllan.

El penalti” de Anouar Benmalek (Marruecos): Dura trama en la que la enfermedad que sufre una persona (tiene lapsus de memoria) es utilizada por otra para incitarle a acometer un atentado terrorista. Tu desesperanza es una esperanza, cumple entonces tu deber de musulmán y el paraíso te acogerá con la memoria benevolente e infinita de Alá.

El clan de los salteadores” de Ananda Devi (Islas Mauricio): Un joven procedente de una tribu triunfa fuera de su país en el mundo del fútbol. Tratado como una mercancía, comprenderá dónde está de verdad su lugar y entenderá más cosas sobre su origen. En mi opinión, es uno de los relatos más flojos de la antología. Como todos los muchachos, Soka jugaba al fútbol con una lata de conserva o una pelota de trapo para olvidar que su estómago gruñía de cólera.

“Educación sentimental” de Laila Lalami (Marruecos): En realidad se trata de un capítulo de un libro suyo, “Secret son”, por lo al leerlo se percibe la sensación de que es una pieza dentro de algo mayor. El fútbol apenas es un pretexto para comenzar la narración. Un niño descubre que tiene un padre desconocido, frente a una madre que parece no haberle deseado nunca como hijo.

“Ganaremos la Copa del Mundo del 2010” de Alain Mabanckou (Congo-Brazzaville): Con su habitual sentido del humor Mabanckou escribe sobre “Los diablos verdes” el equipo de la ciudad del narrador, sobre su incapacidad, sobre la Selección Nacional en la que hay tres jugadores de dicho equipo  y sobre el sueño de sus seguidores de ganar el trofeo. Me tranquiliza un poco haber oído también que el Presidente de la República ha convocado a todos los hechiceros del país.

“Lejos de casa” de Jamal Mahjoub (Londres): Incide en la discriminación que apenas se disimula, está en todas partes: un niño de la calle que roba (debidamente etiquetado como delincuente, violento y marginado), un jugador de fútbol negro (vilipendiado en el terreno de juego, insultado y señalado). A medida que el mundo se hace permeable, que las fronteras se disuelven, que los muros caen, entramos en contacto directo con nuestra humanidad colectiva.

“Balón de polvo” de Wilfried N’ Sondé (Congo): Un joven sueña con la gloria y la fama cuando es fichado para un equipo europeo. Sin embargo, nada de lo que creía ocurrirá, se verá inmerso en un mundo hostil y frío que nunca da segundas oportunidades a nadie. Apremiado por su entorno, temiendo defraudar, agobiado por la presión, solo, cogerá cualquier salida que le faciliten. Al entrar en la ciudad un día festivo bajo la lluvia, tuve la impresión de entrar en un mundo de silencio, hollaba el suelo de una ciudad brumosa y húmeda, abandonada por los hombres.

El fútbol a la nigeriana” de Uxor Maxim Uzoatu (Nigeria): Sobre un equipo de fútbol nigeriano y su entrenador inglés, empeñado en enseñarles las “leyes del fútbol”. Como la mayoría de los blancos, el coach Clemence estaba en África para llevar a cabo una gran misión: enseñar a los autóctonos la belleza de este noble deporte.

“En alguna parte hacia el comienzo del partido” de Abdourahman A. Waberi (Djibuti): Esperando el comienzo emocionante de la final de la Copa de África de las Naciones, ante la única televisión de la ciudad, se critica la penetración de productos extranjeros (Coca-Cola) y las prácticas comerciales, pero todo parece olvidarse cuando el árbitro señala el comienzo del partido. El fútbol, ya lo había anunciado Waberi en su prólogo, como bálsamo curador. Jugosos negocios, vértigo del beneficio, recuperación de plazas comerciales abandonadas por los indios y los árabes en beneficio de los auténticos hijos nómadas cuyo cordón umbilical está enterrado en el barrio que les vio nacer.

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