La transparencia significa existencia acuosa, tener una cierta consistencia. En lo transparente todo alude a lo frágil, lo inasible, se puede mirar intra, más allá, atravesando. Mirar, pero no ver. Nos rodean objetos traslúcidos… ¿un ser humano? Negamos con la cabeza, pero en Luanda, Angola, todo parece posible incluso volverse transparente.
Odonato, de un día a otro, va desapareciendo desde lo oculto que surge en cualquier momento, sin que se le espere. Siempre en busca de lo bonito para poder soportar lo feo, al final algo quiere mostrar esa ira, esa tristeza, ese pavor. Encarar lo que no está bien. Mientras, contempla cómo ha cambiado esa Luanda tras la guerra que ya no volverá a ser la misma, nada queda de ese tiempo. Podría haber sido un hombre invisible, del tipo que reflejó Ralph Ellison, o inexistente como el caballero de Calvino. Ambos evocan otras circunstancias, cercanas, pero de aristas diferentes, por eso, además, Odonato es transparente.
¿Cómo acercarse a esa cualidad inesperada? ¿Cómo expresar de dónde, por qué surge? Tienen que secarse las lágrimas para ello, tiene que aparecer el hambre y el dolor, la miseria y el desdén. Solo después. A veces hay que quitar la careta definitiva que se logra tras el esfuerzo de maquillar de bello lo que sabemos es terrible y feo. Terrible y feo, sin que queramos verlo.
Transparentes, mostrando la visión de su dolor. ”Luanda hervía con la gente que vendía, que compraba para vender, que se vendía para después ir a comprar y con la gente que se vendía sin poder volver a comprar”.
Tener las vistas abiertas. En un edificio ruinoso del centro de Luanda confluyen las vidas de una decena de personas, algunos lo habitan deslizándose, otros llegan por diversas razones. Todo se mezcla allí, orígenes, sexos, deseos y destinos. Sus paredes desconchadas huelen a día a día dolorido, a tientas. Sus habitantes rezuman amor, pesimismo, humor, clarividencia, dignidad y crueldad. Parecen parte de esa transparencia con la que Odonato cubre los caminos ensoñados de las historias cruzadas.
Mientras, de entre las decenas de seres, ElVendedorDeConchas y el Ciego van de la mano, sorteando lo agrio para intentar mostrar poesía, la AbuelaKunjikise habla, tenaz, en umbundu, ConscienteDelGran, el hijo perdido se pierde sin remedio, MariaConFuerza asume, enfrenta y espera, PauloPausado el periodista se interna en las neblinas de lo irreal y ElCristalino, fiel a su naturaleza, inventa nuevas maneras de seguir quitando lo básico, lo que es de todos, para guardarlo en su cofre particular, continuando la cadena de robos, de poder, en un país en el que unos pocos mandan más que Dios. Mientras, nos hacen imaginar lo difícil de dar cada paso, aligerando siempre la manera al darlo.
Un hombre solo, puede ser un símbolo.
En la televisión de Los transparentes anuncian que hay petróleo en Angola.
Los transparentes (2012). Ondjaki. Trad.: Ana María García Iglesias. Editorial: Almadía (México), 2014. Fragmento.
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