
Publicado originalmente en Wiriko-Artes y Culturas Africanas. 23/09/2015
Horror. Esta inquietante palabra nos pone en alerta nada más leerla. La asociamos al miedo, a la parálisis, a algo que comienza a penetrarnos desde el cuello de la camisa hacia dentro amenazando con devorarnos enteros, con aniquilarnos. Horror es una palabra que oímos casi a diario y que nunca pierde su actualidad. Si le añadimos el adjetivo “africano” se carga de manera casi inmediata de otro significado: muchos lo unirán a hambre, enfermedades, guerras… y pocos pensarán que de lo que voy a escribir sea de “otro género literario”, si es que se puede denominar así y si es que es necesario hacerlo.
No es cómodo hablar del horror aunque sea en la literatura. Hablar del profundo, abismal sentimiento que nos produce algo horripilante, monstruoso, algo que nos deja clavados en el sitio sin capacidad para reaccionar, helado el gesto en la cara y tenso el cuerpo ante la magnitud de lo que se nos muestra, repeliéndolo al instante, queriendo alejarnos de ello. Adquiere, sin embargo, un sesgo nuevo cuando es la etiqueta con la que reconocemos algún libro. Es diferente decir “es una novela terrorífica” que “es una novela de terror”.
De manera frecuente leemos textos cuyas historias nos llevan a sentir terror u horror y están sacadas de la vida real, son fácilmente reconocibles y no proceden de universos sobrenaturales. ¿Qué marca les ponemos?, ¿drama?, ¿terror?… Ante esto comprobamos otra vez que etiquetar sigue volviéndose inútil, ya que no elude el hecho de que muchos libros que no se suelen considerar dentro de este tipo de literatura podrían estar incluidos en ella.
Dentro de la denominación literaria “terror/horror africano” se han cobijado (al igual que en la que no es africana) un buen número de subgéneros, tales como la ciencia ficción, la fantasía, la literatura de terror, la ficción sobrenatural, el horror sobrenatural, el terror psicológico, el ocultismo o la literatura gore…Lo que se denomina “ficción especulativa”. Una ensalada de palabras que producirán horror en tanto que provoquen miedo (terror) y un rechazo profundo. Podíamos preguntarnos que qué es lo que hace que esas sensaciones afloren. La mayoría de las veces contestaríamos que “lo desconocido”, ya sea bajo una forma inquietante o monstruosa (una amenaza que viene de fuera), y otras veces que “lo conocido” ya sea porque lo que tenemos delante se haya mutado o deformado hasta ser irreconocible o porque haya cometido actos verdaderamente aterradores.
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