Farah, Nuruddin Novela

Eslabones-Nuruddin Farah

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Somalia de nuevo.

Se trata del primer título de la tercera de las trilogías del autor, la centrada en el periodo que va desde la década de los 90, cuando el país se sumergió en el caos y en la guerra civil tras el derrocamiento del dictador Mohamed Siad Barré, hasta el momento actual. El segundo título es Nudos y queda un tercero: Crossbones, aún sin traducir al castellano. Esperemos que no ocurra lo mismo que con su segunda trilogía, de la que se tradujeron Secretos y Regalos, pero no así el tercer título Maps.

Aunque la narrativa de Farah está repleta de elementos genuinos de su tierra natal y sus títulos se adentran en periodos de la historia reciente de Somalia, no podemos encasillar a Farah como un simple cronista. Sus novelas encierran un prosa elegante trabada por estructuras complejas bien ensambladas y de ágil lectura. Los diálogos suelen cristalizar en intercambios cargados de intensidad, siempre reveladores y, en consecuencia, un tanto profanadores, como baúles que explotan al levantar la tapa. [Oscar Escudero. Revista Pueblos]

De nuevo alguien llega a Mogadiscio, esa ciudad cuya decadencia duele a todo aquel que vuelve, después de años fuera. Esta vez es Jeebleh, que tras 20 años viviendo en Nueva York, donde tiene familia y una vida estable, regresa a la Somalia que abandonó después de ser preso político. Los «lazos», que no «eslabones», que le unen a aquella tierra le reclaman cuando Raasta, la sobrina de uno de sus mejores amigos, Bile, y una amiga de la infancia, han sido secuestradas. Además, quiere también encontrar la tumba en la que descansa su madre.

Mogadiscio, en otro tiempo esplendorosa

Jeebleh contemplará desolado la situación actual de la ciudad, en la que el caos y la destrucción han acabado por convertirla en una triste copia de lo que fue aquella ciudad cosmopolita. Es difícil imaginar un lugar diferente al que las imágenes nos tienen acostumbrados, pero existió.

En resumidas cuentas, la ciudad había sido pasto del vandalismo, propiedad de los malhechores resueltos a robar todo lo que pudieran, que dejaban la mera destrucción a su paso. El Mogadiscio de Jeebleh había sido una ciudad ordenada, apacible, con integridad y vida propias, una maravillosa metrópolis con sus playas, cafés, restaurantes, cines a altas horas de la noche. Seguramente había sido pobre, aunque al menos revestía de dignidad su pobreza, y nadie tenía ninguna prisa por saquear ni destruir lo que no estuviera a su alcance. Dudó que existiera espacio suficiente en la mentalidad de los habitantes para los placeres de los que disfrutó él cuando vivía en Mogadiscio. (pág. 61)

SOMALI CULTURAL AND RESEARCH CENTE / CENTRO CULTURAL Y DE INVESTIGACIÓN DE SOMALIA
Mogadiscio años 70

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Somalia, forgotten war. Foto: Kuni Takahashi

Su entrada en el país vendrá marcada por lo que se encontrará en adelante. Primero, un hombre grita una frase en la que la palabra «armas» brilla con inusitada fuerza. «Los somalíes nunca rinden pleitesía a la autoridad de un uniforme del modo en que lo hacen los alemanes, pensó Jeebleh. Nosotros nos plegamos sólo a la fuerza bruta de las armas.» Para añadir a continuación que la razón puede encontrarse ya desde tiempos del colonialismo hasta los más años recientes de presencia de las tropas estadounidenses, «corruptas y partidarias de los clanes». Después, para que no quepa duda,  un niño de 10 años es abatido por una bala perdida.

Dagaalka sokeeye, guerreando contra un íntimo

Cosida de mitos y leyendas africanas, con algo de realismo mágico, e internándonos siempre en la vida más intima de sus personajes, que van desde una «niña milagro», Raasta, cuyo verdadero nombre significa «esperanza» y que se erige en el símbolo de la deseada paz, hasta Bile, el pacifista, o Caloosha, un señor de la guerra, hasta el irlandés Seamus, que deja su tierra para encontrarse a si mismo en Somalia.

El laberinto en el que se va internando Jeebleh, lleno de intrigas y desconfianzas, es una especie de terreno movedizo en el que nunca está del todo seguro de lo que está pisando, y que le hace ser testigo dolorido de la dura y tremenda realidad. La guerra civil que se libra en su tierra se va desmadejando tras esos «lazos de sangre», verdaderos «eslabones», los «clanes», que unen a las personas y a sus destinos de manera irremediable. No es coincidencia que el término somalí de «guerra civil» se traduce aproximadamente por «matar a un íntimo» y Farah va desgranando la intrahistoria de estos «clanes» y su poder a lo largo del libro.

El dinero es el motor de la guerra civil, desde luego-reconoció Bile-Para empezar, a los señores de la guerra se les pagan comisiones corruptas, luego está el dinero que ganan al intervenir en los contratos de las milicias que protegen a las legaciones extranjeras de visita en el país. Está el dinero que se paga a los señores de la guerra en forma de tributos que abonan a las empresas extranjeras en funcionamiento en el país. Y en Mogadiscio se pagan otros tributos a los señores de la guerra, que cobran impuestos de circulación y aranceles sobre toda la mercancía importada en los accesos a la ciudad, que, de hecho, controlan (pág.197)

Farah no es nada complaciente con su país y tampoco se calla a la hora de criticar la actuación de la intervención humanitaria de las tropas estadounidenses. Aunque una gran parte de los estadounidenses no podrían encontrar Somalia en un mapa, sí comparten una clara imagen mental del país africano: el cuerpo mutilado de un ranger del ejército siendo arrastrado por las calles de Mogadiscio, durante la fracasada intervención que se llevó a cabo en 1993. Frente a esta imagen, Farah contrapone la historia desgarradora de la chiquilla de un año que las ráfagas de los helicópteros americanos hicieron volar por el aire arrancada de los brazos de su madre, con cuyo testimonio da voz a los silenciados: «Me puse histérica- siguió diciendo-y me arañé los pechos desnudos, los pechos que habían amamantado a mi hija hacía sólo unos minutos. Aullé, sollocé, lancé maldiciones, recé, pero todo fue en vano. Me rasgué las vestiduras hasta despojarme de la ropa, convencida de que el torbellino de arena que había provocado la llegada repentina del helicóptero había engullido a mi hija. Vi entonces el mal encarnado: los rangers señalaban mi cuerpo desnudo y reían. Dejé de aullar y cubrí mis indecencias y a continuación maldije a las madres que habían llevado en el vientre a aquellos individuos.»(pág.344)

La novela adolece de demasiadas repeticiones, lo que hace que en el texto a veces se de una especie de déjà vu, pero aún así la acción avanza imparable, subyugante, hasta el final, entre reflexiones, diálogos e historias. Eslabones es superior, en mi opinión, a la más floja Nudos. Y, aunque realiza un retrato interesante y bien contado sobre ese desconocido país que es Somalia, Farah nos habla de mucho más. Sólo hay que leer la hermosa leyenda en la que explica cómo se acaban por romper los eslabones, la eterna cadena de dolor y muerte. Para mi, Farah, es imprescindible.

-¿Y sabes lo que el tío Bile dijo sobre la guerra civil?-le preguntó a Shanta.

-Dímelo.

-Que una guerra civil es una lucha incesante basada en agravios que cambian una y otra vez. (pág.388)

Ficha:

  • Título original:  Links (2004)
  • Idioma: Inglés
  • Traducción al castellano:  Editorial Siruela, 2011
  • Traductor: miguel Martínez Lange con la colaboración de eugenia vazquez nacarino
  • Portada: Fotografía de José Cendón. Getty Images
  • Nº páginas: 416
  • Puedes leer el comienzo del libro, aquí

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