Ahora no recuerdo dónde lo leí (lo mismo me lo estoy inventando), un corresponsal conocido contaba en una entrevista que cuando regresaba de sus viajes apenas hablaba de ellos con sus familiares y amigos. Creo que aludía a la imposibilidad de articular las palabras adecuadas y a la sensación de que nadie entendería de verdad lo vivido, o lo que es peor que en realidad a nadie le importaba. En Isla África aparece en varios personajes la dificultad para expresar diversas experiencias vitales. Uno de los protagonistas, el corresponsal Carlos Bota, tiene un cáncer incurable y tampoco encuentra las palabras para decírselo a sus más próximos. Sheku, un ex niño-soldado, también tiene dificultades para expulsar sus terribles experiencias desde lo más recóndito de su ser. En Isla África parece que se apela a la necesidad de hallar un nuevo lenguaje, quizás una nueva manera de expresarse que facilite la tarea de explicar lo inexplicable.

Ramón Lobo es un periodista que ha cubierto muchos conflictos y ha narrado en primera persona desde muchos lugares. Concibe el periodismo con mayúsculas, «Contar historias. Yo siempre he querido contar historias. A mí siempre me ha fascinado al leer el periódico, leer historias. Historias con gente. Pero claro, para contar las historias de la gente, tienes que estar en los sitios y hablar con la gente.»
Isla África es una novela que nació en el conflicto del que más le costó regresar, el que vivió en Sierra Leona, «No me funcionó ningún mecanismo de seguridad emocional. No supe mantener la distancia con lo que veía.» y, sin embargo, para él es el país más hermoso del mundo.
Isla África, que es ante todo la historia de una amistad, es ficción, pero intercala un buen número de nombres propios (sobre todo de periodistas; Gervasio Sánchez, Emma Daly, Javier Espinosa o Mort Rosemblum, entre muchos otros, pero también el del ex-sacerdote Chema Caballero, quien dirigió uno de los escasos programas de éxito para la recuperación de menores soldado, en lo que es un homenaje), convirtiendo la narración en una mezcla entre crónica de viajes, reportaje periodístico, diario o simplemente ficción literaria, pero en la que se sabe que el escritor cuenta sobre lo que vivió y le marcó aunque lo haga envuelto en forma de novela.
Minha Galera
Carlos Bota y Sincero Del Corral, el que escribe y el que fotografía, han compartido muchas aventuras juntos, tanto profesionales como vitales. Son una pareja de inseparables que han pasado de todo, muy buenos y muy duros momentos. Ahora, a Carlos le han diagnosticado un cáncer irrecuperable y decide que, en lugar de luchar contra la enfermedad, quiere dejarse morir y pasar sus últimos días en Sierra Leona, en un orfanato llamado «Isla África», un antiguo y lujoso hotel de una playa cercana a la capital, lleno de menores soldados a los que dos sacerdotes tratan de recuperar.

Tras leer las primeras páginas te empiezas a dar cuenta que Ramón Lobo no va a hablar de «África». En primer lugar, la novela es un relato de las vidas profesionales de dos reporteros y nos muestra el oficio del periodista que hace de su profesión un modo de vivir. En el libro aparecen muchas reflexiones sobre el periodismo y se examinan casos como el del fotoperiodista Kevin Carter, a quien se tildó de «buitre» al no salvar a la niña que fotografiaba. Lobo muestra a los corresponsales de guerra como seres por momentos insensibles, por momentos egocéntricos, desmitificando la profesión, e incapaces a menudo de mantener lazos personales (ambos fracasan con sus respectivas parejas), pero también como seres que intentan transmitir lo que ven y escuchan con honestidad. Y, de pronto, descubren que en ese empeño pueden morir, la muerte del periodista Miguel Gil fue, sin duda, un gran mazazo para muchos de ellos, sobre dicho suceso Ramón Lobo escribió en su su blog: «Hace 10 años murieron Miguel Gil Moreno y Kurt Schork en una emboscada en una carretera de Sierra Leona y parece que desde entonces se nos cayó encima el Periodismo».
En segundo lugar, Isla África habla sobre la muerte. El recuerdo de la muerte de Miguel Gil es recurrente en toda la narración. El cáncer incurable, las vidas pasadas de los menores soldados, todo conduce a la muerte. Pero Ramón Lobo habla también de la muerte en vida, a la que nos sometemos muchas veces llevando una vida rutinaria y desnortada, que no abarca más allá de los límites de nuestras propias fronteras. Puede sorprender que Carlos Bota elija Sierra Leona para morir, pero al cabo necesitamos que nuestras vidas tengan un sentido, que las riendas las tomemos nosotros. Quizás todos hemos de aprender que no es necesario que la muerte llame a nuestras puertas para aprender a vivir, para aprender lo esencial. En Sierra Leona la muerte camina contigo por la calle. «Es más fácil aprender a vivir donde la gente sabe morir.«
En tercer lugar, el libro habla sobre los frágiles límites entre ser víctima o verdugo. El escritor nigeriano Uzodinma Iweala decía en relación a los motivos que le habían llevado a escribir la novela Bestias sin patria, “Escribía y escribo sobre la violencia porque quiero entender qué es lo que lleva a alguien a matar, violar y destruir. Escribía y escribo sobre la violencia por miedo a encontrarme algún día en el lado del que agrede o en el lado la víctima de la agresión.» A veces cuando leemos algunos reportajes pensamos que lo que nos cuentan está muy alejado de nosotros, que resultaría imposible que cometiéramos semejantes atrocidades y sin embargo, estar en uno u otro lado no es algo tan descabellado. «Seríamos bestias si no fuera por… ¿La educación? ¡No! Es lo que diría Sincero del Corral, lo que responderían los javerianos. ¿La cultura? ¡No! Eso es lo que defenderían los filósofos sociales. Lo que en verdad nos frena es algo mucho más ruin: el castigo, la ley, el temor a pudrirnos en la cárcel. Lo que desata la furia es la impunidad.» (pág. 204)
Iba a acabar este artículo con la mención del final del libro de Conrad El corazón de las tinieblas, pero me di cuenta de que en realidad no había hablado de lo más importante (además de un encendido elogio de la amistad), de lo que de verdad transmite este libro. Hace tiempo dediqué un pequeño texto a la narrativa sobre los menores soldados (o sobre la dualidad verdugo-víctima) listando y realizando un superficial y breve análisis de algunos libros sobre dicha realidad. Isla África me ha hecho darme cuenta de lo incompleta que estaba aquella lista. Faltaba algo imprescindible, algo a lo que Ramón Lobo había dedicado un libro. Cada uno de los menores soldado rehabilitados por los javerianos y por Chema Caballero nos habla de ella. Faltaba la esperanza.
«Durante una semana recorrimos las chabolas de metal de Tumara para entrevistar a nuestros protagonistas y repartir golosinas a la rebatiña entre los chiquillos de los barracones. hallamos a Michael Seydu, sin su mano izquierda. A la niña Teresa y su pierna de palo. A nuestros amigos Bojeh y Suleyman, de doce y trece años, que de mayores querían ser extranjeros y viajar a Europa. Y a Thomas Murphy, un marinero de espalda ancha que vivió en Las Palmas, a quien habían seccionado los brazos a la altura de los codos. Fue una experiencia penosa forzarles a recordar lo no olvidado; pero sentí alivio, una forma occidental de satisfacción, al suponer,que, por primera vez en años, tenía ante mi la posibilidad de fotografiar un halo de esperanza.» pág. 98
Ficha:
- Título original: Isla África (2001)
- Idioma: Original: Castellano
- Editorial: Seix Barral. Biblioteca Breve, 2001
- Páginas: 251
Excelente libro, lo recomiendo.
Gracias.
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De lo mejor que he leído hace tiempo. Chapeau!
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