
En 1969, el profesor Taban Lo Liyong nacido en Uganda en 1939 y uno de los poetas y escritores de ficción y crítica literaria más conocidos de África, declaraba a Uganda como «desierto literario». Dicen los que conocen su obra que este hombre, firme defensor de la cultura africana, es el autor de una obra interesante, plagada de ideas pero, como suele ocurrir, se le asocia con el estribillo. Seguro que hoy en día Lo Liyong no opinaría lo mismo, entiendo la frase dentro de un contexto en el que apenas hubo aportaciones literarias desde Uganda, aunque no me resisto a exponer la contestación que le dio el también poeta de su generación Okot p’Bitek: este tipo de críticas son fruto de «sorderas literarias», de los que solo tienen en cuenta como literatura, lo escrito.
¿Uganda, un desierto literario?. Al contrario, Uganda, en este sentido, hoy en día, se parece más a una frondosa selva. Este mismo mes

(del 12 al 15 de marzo) se ha celebrado la «Feria Internacional del Libro» en su capital, Kampala. A la feria han acudido editoriales, agentes,vendedores,representantes de derechos extranjeros,editores y autores. Básicamente cualquier persona involucrada con los libros.
Y nuevas generaciones de escritores emergen con fuerza, llegan novelas, cuentos, teatro y poesía desde allí y surgen movimientos y asociaciones que promueven e impulsan la lectura y la escritura. Se contempla un movimiento vibrante de escenas llenas de literatura con recitales de poesía, reuniones de clubes de libros o lecturas públicas que se suceden alrededor de la ciudad de Kampala. Abundan los blogs, las páginas de facebook y otras redes sociales, dinámicas y abiertas, que muestran una apertura hacia un futuro cercano que puede llegar en forma de libro electrónico u otros formatos.
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Desde «Crónicas abisinias«, reconocida internacionalmente, traducida a quince idiomas y calificada como realismo mágico africano, Moses Isegawa no ha vuelto a escribir ninguna obra que alcance ese reconocimiento. Quizás sea Doreen Baingana la escritoras más conocida y premiada de Uganda en la actualidad. Baingana, tras estudiar y vivir en EEUU, decidió regresar a su país natal y establecerse allí. Le molesta que se considere que los escritores africanos tienen que haber tenido una vida especialmente dura o deban tratar temas en extremo trágicos como el hambre, las guerras u otros desastres y cree que es un deber de los escritores africanos el dar alternativas a la narrativa negativa que fluye sobre el continente. Baingana ha ganado el «Washington Independent Writers Fiction Prize» y ha sido finalista en dos ocasiones en las listas del «Premio Caine para escritores africanos«. Su obra Tropical fish: Tales from Entebbe ganó en 2006 el «Commonwealth literary prize winner for Africa» y en palabras del escritor Junot Díaz «es un libro de una belleza enorme».
Junto a ella, y además de FEMRITE (Asociación de mujeres escritoras de Uganda), una fundación pionera que ha ayudado a una nueva generación de mujeres a contar sus historias, aparecen un número cada vez mayor de voces femeninas: Jackee Batanda (Our time of Sorrow), Monica Arac de Nyeko (In the Stars) o la última ganadora del Premio Kwani, Jennifer Makumbi por su novela The Kintu saga.
Pero el buen camino que lleva emprendiendo desde hace años también se debe a dos iniciativas que comenzaron su andadura los últimos años con el objeto de impulsar la creación: el Premio de Poesía Nambozo Beverley que se inició en 2009 por Beverly Nambozo, poeta, para celebrar la poesía excepcional que surge desde este país (Okello Oculi o Mildred Kiconco Barya son buenos ejemplos de ello) y la iniciativa más reciente Writivism que nació en Kampala el año pasado y que, alojado en el Teatro Nacional, incluye una obra de teatro, clases magistrales, puntos de discusión literarios, proyecciones de películas y un desfile de moda, entre otros. Un programa encabezado por la noche de los Premios Writivism que en 2014 se realizará el 21 de junio.
Además, internet tiene cada vez más peso en el mundo literario ugandés, tal y como reflexionan desde el magazine online Saraba y algunos autores optan por auto-publicarse como hizo Nick Twinamatsiko con su libro The Chwezi Code. A este respecto señalan que un buen lector puede obtener en la red, de forma gratuita, lo que no puede hallar en las bibliotecas y resaltan el caso del escritor Ernest Bazanye quien sin marketing profesional y adecuado ha conseguido que su novela The ballad of Black Bosco haya sido leída 1820 veces desde marzo de 2012, siendo la mayoría de sus lectores ugandeses. Bazanye cree que hay abundante literatura y gente que escribe, pero que ante la falta de publicaciones uno no debe quedarse con los brazos cruzados. Como él mismo escribe en su blog: «¿Qué puede hace un novelista cuando tiene una novela y editoriales como Random House, Penguin, Barnes & Nobel no se interesan por ella? Colocarla online y decir, bueno, si quieres leerla, por favor, echa un vistazo».
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