Ávila Laurel, Juan Tomás Novela

Arde el monte de noche- Juan Tomás Ávila Laurel

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En una entrevista en 2011 a la pregunta que le hicieron a Juan Tomás Ávila Laurel sobre cuántas librerías había en Guinea Ecuatorial, la respuesta del escritor fue esta: «no recuerdo que hubiera librerías en Malabo». En junio de 2012, el antropólogo catalán Gustau Nerín, que lleva siete años viviendo allíjunto a la «Asociación Literaria Página de la Luz», abría la «Librería de Bata». Era la primera librería de la historia de este país hispano de carácter generalista, con anterioridad existían únicamente librerías religiosas. El mismo año se abría también otra librería en Malabo.

En Guinea Ecuatorial el acceso a la cultura es difícil. Se carece del poder adquisitivo necesario para ello y las pocas bibliotecas universitarias que existen tienen fondos escaso y obsoletos. La creciente literatura que fluye desde allí, en la que se incluyen, además de Ávila Laurel, autores como Donato Ndongo-Bidyogo, Justo Bolekiá Boleká,Raquel IIombe, César Mba Abogo,  María Nsu o Joaquín Mbomío, entre otros, en muy contadas ocasiones es leída por sus compatriotas.

Juan Tomás Ávila Laurel es, ya lo he dicho en otra ocasión, un todoterreno en el campo de la literatura (ha escrito novela,cuento, poesía, teatro y ensayo) y una persona comprometida con su tierra. Nació en Malabo, pero sus primeras letras las hizo en Annobón, cumplidos los 7 años, una isla volcánica paradisíaca con un pasado tremendo, situada en el golfo de Guinea, al sur de Santo Tomé y Príncipe. Se formó como enfermero pero no ha dejado nunca de escribir, «escribo porque tengo algo que decir» decía en una entrevista. Crítico con el régimen de Teodoro Obiang, en 2011 tras una huelga de hambre tuvo que exiliarse a territorio español. En la actualidad, desde Malabo, es también bloguero y continúa con su crítica tanto de la realidad socio-política de su país, en donde escasean los derechos, como de la situación precaria de muchos guineanos.

En Arde el monte de noche un incendio fortuito desencadena una cadena imparable de infortunios en la isla del mar de Atlante. La descripción de la vida en la isla, desde el punto de vista de un niño, nos habla de un lugar aislado, como lo fue Annobón (donde tras la independencia de la colonia, el gobierno de Francisco Macías  prohibió la entrada y salida de la población, iniciándose un período de aislamiento de la isla durante dos años).

En la isla del mar de Atlante, como en Annabón, aparece el cólera y las ratas son exterminadas por el fuego, ratas cuyo recuerdo persiste en la memoria como una pesadilla aterradora, ratas que devoran cosechas y asaltan a las personas. En la isla, la situación de aislamiento y penuria incrementa los odios y las venganzas. Ávila Laurel consigue crear un microuniverso pleno al reconstruir, a base de historias, su vida en la isla donde conviven tanto la creencia en las «malignas» (brujas) como la imposición de la religión cristiana.

Un incendio que devora tierras, cosechas y casas, provoca que surja la irracionalidad, como si un velo horripilante cubriera la vida de los habitantes de la isla. Seres habituados a ser explotados por mar por los blancos, que les roban el pescado,  a ser adoctrinados por tierra por los Padres extranjeros que exhiben la cruz y hablan de la «gente de la isla» cada vez que dicen la palabra «pecadores», y a estar sometidos a una escasez de jabón, medicamentos, petróleo o ropa, germen de atroces enfermedades.

La voz del narrador va hacia adelante y hacia atrás, repite, en un desahogo y un intento por explicar incluso lo que no tiene razón ninguna, por qué ocurren las desgracias, como el cruel apaleamiento de una mujer bajo la mirada de todos sin que nadie levante un dedo por detenerlo, «ver es una forma de tomar parte» (pág.125), el terrible suceso del que su memoria no puede huir y al que su mente le lleva una y otra vez, en forma de olas que se estrellan contra el muro irreductible de la atroz realidad.

Esa repetición, ese hilvanar sin aliento, casi, las vivencias de la infancia, se escucha sabiendo que es un relato que sobrepasa los límites de una vida, porque son las historias de muchos y muchas las que la voz del narrador nos presenta, trascendiendo los límites redondos del perímetro insular para instalarse en otras tantas realidades, haciéndonos comprender que su historia es la historia de mucha gente, de la isla del mar de Atlante y también la de Annabón y su cronista.

En realidad vivir en la oscuridad es hacerlo de espaldas a la historia. Y es que no creo que nadie pueda contar lo que hace en la oscuridad, pues no conocería todos los detalles de lo que ocurre en ella. Es como comer en la oscuridad, no te hartas, pues no controlas lo que hay en el plato. Creo que la oscuridad, en la vida de una persona, es la parte más oscura de la miseria que vive (pág.158)

Ficha:

  • Título original:  Arde el monte de noche (2008)
  • Editorial: Calambur, 2009
  • Imagen de portada: Cementerio de Annobón de Eloisa Vaello Marco
  • Nº páginas:231

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