Chukri, Mohamed Novela

Paul Bowles, el recluso de Tánger-Mohamed Chukri


Con prólogo de Juan Goytisolo, tiene por subtítulo «El viaje de las voces«. Escogidas palabras para rotular esta explosión de voces  que se contraponen página a página en un duelo cuyo final no nos sorprende. Inevitable, lo sabemos, el cruce de trenes, entre Paul Bowles y Mohamed Chukri, pero también entre dos modos de ver y sentir la vida diametralmente opuestos.

Los que hemos leído una o varias de las obras de Paul Bowles, tenemos una imagen creada a partir de sus textos. Quizás completada si hemos reparado en la única novela de su mujer, Jane Bowles, «Dos damas muy serias» y con ella en esa composición rara que formaban esta extraña pareja. Tras leer este texto a más de uno el mito (si es que queda alguien que sea capaz de creer en ellos) se le va a caer de las manos, porque además de destripar su lado humano punza en el literario, y arroja un retrato del americano que, de ser verdad (y parece bastante verídico), le convierte en un ser humano bastante mezquino.

Chukri va deslizando por sus páginas una imagen para nada amable del autor de «El cielo protector». Puritano, receloso, poco amigo de sus amigos, tacaño (donde otros decían austero), complicado y retorcido, para el que el sexo siempre iba unido a criminalidad. Muy duras palabras para el que fue el traductor de sus obras, pero no dudaba en aparecer junto al nombre del verdadero escritor como si hubiera sido el coautor. Mezquindades varias y traiciones enormes. «Le gustaba Marruecos pero no los marroquíes» y necesitaba fumar kif y maajoun para escribir algunas de sus páginas, «siempre tengo miedo de que los marroquíes se den cuenta de que sé que me mienten«, afirmaba según Chukri.

Libro en el que se habla de muchos viajes  y también se elogia el «no-viaje». Paul Bowles escribió muchas veces sobre ellos, sobre los turistas y el turismo (lo peor del mundo). También Chukri cuando habla de esos turistas-escritores (carga otra vez contra los intelectuales que se asomaban por la ciudad) que solamente van de habitación en habitación de hotel («cualquiera puede pasar aquí unas cuantas semanas y escribir un librito«). Para ser un auténtico viajero no hay que tener fecha de vuelta, piensa Bowles, pero al tiempo él sabe que éstos están condenados a extinguirse. Paul fue a Tánger un verano como otros muchos lo hacían, que en los casos más habituales podía alargarse a unos meses más, pero  en el de Bowles y su mujer fue diferente: el escritor se quedaría para el resto de su vida. ¿Por qué?, sigue siendo un misterio, (se menciona que Paul Bowles dijo que se mantenía en Tánger quizás porque la vida era más barata o quizás por los problemas burocráticos para poder viajar a otro lugar).

Las mejores palabras del libro se las lleva, entre otros pocos, Jane Bowles. Mártir de la literatura, generosa y amiga de sus amigos. Extraña mezcla entre miedosa y valiente, atrevida y retraída, Jane nunca defraudaba a quienes la conocían. Sentimos pena cuando conocemos cómo Anais Nin arremetió contra su obra  y lamentamos que tuviera tendencia a unirse siempre a los que no la amaban, como Cherifa, aquella mujer que muchos creyeron la fue envenenando para quedarse con parte de su patrimonio.

No tienen mejor suerte el resto de los beatniks que recalan en Tánger, la ciudad-mito. Burroughs siempre armado (que escribió en Tánger su obra «El almuerzo desnudo»), Jack Kerouac, Gore Vidal o Truman Capote (quien adoraba a Jane) son parte de ese grupo de intelectuales que tomaron la ciudad por unos instantes sin llegar a conocerla. Pero, ¿quién puede llegar a conocer un lugar de verdad si no tiene deseos auténticos de comprender e impregnarse del mismo?. Algunos sí lo harán, dice Chukri,  como Édoard Roditi.

El libro, a mi modo de ver es un ajuste de cuentas doble. Si en su libro autobiográfico «El pan a secas» (de cuya génesis se da amplia cuenta en este libro) Chukri exponía el violento comportamiento de su padre, que incluso llegó a asesinar a uno de sus hijos, en este libro describe al intelectual que tradujo sus obras y propició que fuera conocido más allá de Marruecos. En el primero mataba a su padre natural, en este segundo a su padre literario.

Pero Chukri no se queda aquí, el otro ajuste de cuentas lo hace con los intelectuales que idolatran y sueñan y se quedan anclados en un pasado que ya no volverá, en una ficción a fin de cuentas. Bowles solamente quería vivir en una Tánger imaginada y que ya no se correspondía con la realidad, en una Tánger que pertenecía a la época del colonialismo, pero toda ciudad evoluciona y los seres humanos tienen derecho a ello también.

Bowles seguía alimentando un mito que le interesaba a él pero que ya no se correspondía con nada, como si evocara sombras que no se pueden tocar. La visión de Chukri no deja títere con cabeza: mientras la gente real sufría, se peleaba con los piojos, pedía unas pocas monedas para sobrevivir, la gente como Bowles, esa élite de intelectuales que sobrevolaba el mundo como si fueran seres superiores, obtenía todo lo que deseaba y más («Paul Bowles, por su parte, reflejó en la mayoría de sus escritos una añoranza excesiva por la época colonialista de Marruecos«). En cierta forma se vislumbra una especie de «colonialismo literario», el que ejerce el anglosajón Bowles traduciendo la obra del marroquí al inglés a cambio de llevarse la gloria y el dinero:»Paul Bowles adora el dinero. Es muy tacaño. Está en su derecho a serlo, pero no de percibir anualmente los derechos de autor de mis libros traducidos por él. Exceptuando los magros anticipos que recibí a la  hora de firmar el contrato, nunca he cobrado un centavo. Además, él se lleva el 50% de los derechos de la traducción«. Sin pelos en la lengua y estando Bowles vivo. Ahí es nada.

«El problema de Paul Bowles es que, a pesar de haber viajado tanto, no distingue demasiado bien entre el pasado y el presente en la vida de los países y sus pueblos. El futuro no existe para él. En otras palabras, prefiere vivir en un mundo primitivo aunque desarrollado. ¿Cómo puede ser esto?. Bowles no sabría contestarlo aunque fuese él mismo quien se hiciese la pregunta.»

Ficha:

  • Título original:  Paul Bowles wa’ uzlatulanya (1996)
  • Idioma: Árabe
  • Traducción al castellano:  Editorial Cabaret Voltaire (2012)
  • Traductora: Rajae Boumediane El Metni

 

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