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De Abiyán a Túnez – Mariama Ndoye

Desde luego, es una novela compleja. Parece contar las adversidades por las que pasa una familia africana de diplomáticos de origen senegalés en su recorrido, un exilio obligado desde Costa de Marfil a Túnez debido a los «disturbios políticos, otros lo llamarían estado de guerra» en el país marfileño, a través de la voz femenina de la protagonista. Pero el texto bucea en más densidades de las que a priori pudiéramos prever.

Saltando de la epístola al monólogo interior, sin temporalidad y sin acabar de encajar en ningún formato, errática, como si se tratara de dar rienda suelta a una corriente más fuerte, a una fuerza que recoge anécdotas, acontecimientos, experiencias, sentimientos y penosidades dentro de una gran red para después abrirla con brusquedad, con voracidad, con un punto de ironía a veces y siempre con gran locuacidad. Una fragmentación que evoca las sacudidas de las olas, olas del pensamiento y recuerdos de la protagonista que se elevan ante nosotros desde el primer párrafo que ya se orienta tanto al mundo de los muertos como al de los vivos, en una mezcla que no quiere distinguir porque todos pueblan, en definitiva, el mismo lugar.

Ella se nos muestra como lo que es sin necesidad de explicaciones y sí de muchos cuestionamientos y alguna directa denuncia, dejando claro desde un principio que se abre con unas «confidencias a Billy», un leal sirviente que se dirige por las mañanas a la casa de la protagonista desde Abobo uno de los suburbios más deprimentes de Abiyán, para continuar en el capítulo siguiente con las risas de Mouskéba, la gobernanta y querida narradora cuentacuentos que tendrá un trágico destino, a quiénes no olvida en sus recuerdos.

Desde aquel Senegal féliz (donde era «una niña mimada y dependiente») va rememorando trozos de su infancia, poblados de personajes entrañables para ella, mientras va colando acontecimientos como el del hundimiento del Joola, «el Titanic africano» (cuyo desgraciado hundimiento ocurrió una «noche satánica del 26 al 27 de septiembre de 2002» por exceso de pasaje, «precipitación, diletantismo, afán de lucro, inconsciencia» y del que aún hoy no ha habido resarcimiento ninguno) que se llevó muchas vidas y que marcó a todo el país y en concreto a su generación.

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«En África, fuera de la familia no existe nada» afirma, y es sin duda en torno a ella cuantos más momentos placenteros recuerda. Reviviendo los años de su infancia, en su Senegal natal, en Rufisque su fuente vital, las vacaciones en el pueblo, cuando aún vivía entre griots y escuchaba a los mandingas y sus koras, a los moriscos y su calabaza de agua, mientras degustaban el sabroso garba. Rememorando los años marfileños, los recuerdos cómicos relacionados con el vecindario durante el periodo de preguerra. Escenas cotidianas que se solapan y se conectan una tras otra, elegidas entre otras tantas que no se aparecen con igual intensidad o nitidez. La memoria siempre ha sido selectiva. Para terminar en Túnez. Donde todo es diferente: el clima y algunos comportamientos racistas que sufre Nafy (su hija) hacen que su estancia no sea todo lo cómoda que debiera (a pesar de que podría ser peor,  cree, en algún país europeo o americano, a fin de cuentas «Túnez es África«) pero será el lugar en el que se «le abrirán los ojos acerca de los misterios de la naturaleza humana» y al que denominará «pais-hermano». La narradora nos introduce en este país a través de profusas descripciones de sus monumentos y lugares y de sus gentes logrando una auténtica guía de viaje (mientras recuenta encuentros con personas que la iluminan y a los que denomina «encuentros faros» de los que su estancia allí está plagada).

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Centro para mujeres. Rufisque (Senegal). Fuente: HRS

Un vaivén vital del que surgen muchos pensamientos en torno a lo que va conociendo y a lo que va viviendo. Al evocar su infancia le llegarán a menudo muchas sabrosas reflexiones de su padre sobre la realidad actual («La sociedad de consumo incita a la adquisición desenfrenada de bienes materiales. Le gusta decir que hemos pasado de la choza al chalé de tipo suizo demasiado deprisa, lo que acarrea malversaciones de dinero público (…) la construcción de fortalezas de mal gusto, deprisa y corriendo y sin el debido respeto a las normas de seguridad e higiene medioambientales, las destrucciones masivas provocadas por la más mínima intemperie. ¿Cómo olvidar las inundaciones de triste memoria en Senegal y Argelia?»), junto a las suyas propias que salpican todo el texto («El africano tarda en aprender»).

Todo su periplo tiene el aliento del exilio, ese ir-venir que no cesa. Y entre tanto, surgen cuestiones cotidianas y preguntas existenciales sobre la vida y sobre la muerte. Cuestiones vitales que todos nos formulamos, envueltas en conversaciones espontáneas de barrio, de ciudades que no son la propia (y al cabo quizás acaben siéndola),  como mujer y madre («Díficil ser una buena ama de casa y «uno de los autores más prolíficos de África Occidental»), como testigo de acontecimientos históricos («¿Qué puede florecer cuando mueren el amor y la esperanza?») o como ser humano en permanente cuestionamiento («La mirada que ponemos en los demás cambia en medio de la congoja, la vida es efímera (…) ¿merece la pena vivirla?»), y que vienen envueltas en decenas de referencias culturales y de canciones y artistas que completan su memoria (desde los egipcios Umm Kalzum y Abdel Wahab hasta los senegaleses Fatou Laobé o Ndongo Lo, sin olvidar al malí Salif Keita ni a la sudafricana Brenda Fraiser)

Inconexa pero vital la escritura fluye en oleadas, a veces mansas y a veces terribles y destructoras. Ella es incapaz (¿o no quiere?) de poner orden, pero conoce dónde está el inicio de cada sacudida de agua, de dónde brota. Sabe que las más suaves te mecen y te acompañan aliviando el viaje y que las más atronadoras siempre traen desolación incomprensible e injusticia. No es una anécdota la relevancia que adquieren Mouskéba y Billy en la narración, no en vano «¿Existe refugio más seguro que el corazón de un amigo?». Ni tampoco el recuerdo del Joola.

Este mundo tan aparentemente heteróclito, pero este mundo en el que todo encaja, este mundo que solo es uno.

Ficha:

  • Título original:  D’ Abidjan à Tunis (2007)
  • Idioma: Original: Francés (Editorial abis editions)
  • Traducción al castellanoEditorial 2709 books (2015)
  • Traductora: Mar i Cel Perera Valls
  • Imagen de cubierta: In the wash, Jeff Attaway en Flickr.com
  • Formato: ePUB
  • PVP: 6,00 €
  • Glosario: El eBook incluye un pequeño vocabulario para entender mejor la historia
  • Leer un fragmento de De Abiyán a Túnez, aquí

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Otra visión del libro desde Lecturafilia 

He descubierto literatura africana diferente, escrita por una africana de los pies a la cabeza y sin ampararse en tópicos. Mariama Ndoye es traducida por primera vez al español de la mano de la editorial 2709 books, quien nos da a conocer su obra De Abiyán a Túnez, una especie de reflexiones nacidas según el avance del propio pensamiento, y en medio de las actividades cotidianas.  Parece literatura de viajes y mezcla características de la literatura egográfica, esa que nace de los recuerdos y que alterna pasado con presenta e incluso futuro.

Mariama Ndoye nació en Rufisque, Senegal, en 1953. Estudió Letras Clásicas en la Universidad de Dakar, obtuvo la licenciatura en 1976 y se doctoró en Letras Modernas en 1982. Tras cursar Museología en la Escuela del Louvre, fue conservadora del Museo de Arte Africano del Instituto Fundamental de África Negra en Dakar hasta 1986. Más tarde, durante su estancia de quince años en Costa de Marfil, fue profesora de Letras en el Instituto Sainte Marie de Cocody, en Abiyán, y consultora del Banco Africano de Desarrollo.

Siguió una estancia en Túnez, país en el que se consagró a la escritura. De vuelta en Senegal, fue la directora del Libro y de la Lectura del Ministerio de Cultura entre 2011 y 2013. En el año 2014 fue nombrada conservadora del Museo Léopold Sédar Senghor, ubicado en la antigua residencia del presidente, que hoy es propiedad del Estado senegalés. Precisamente, en De Abiyán a Túnez salta de un espacio a otro de manera precipitada, y tanto estamos en Senegal, como en Costa de Marfil o en Túnez:

“Regreso al presente. Seis de la mañana frente al río. Dos cocoteros enmarcan la explanada-restaurante”.

Estamos delante de una obra que nos conmina a debatir, a que pensemos continuamente en temas estrictamente de preocupación africana, pero otros tantos universales, como es el caso de la familia, la educación, las (des)igualdades entre hombres y mujeres, los recuerdos, la muerte… Y lo que ante todo caracteriza a la autora es que no tiene pelos en la lengua, y opina claramente sobre temas de actualidad.

“La falta de delicadeza de los occidentales modernos sobrepasa a menudo el entendimiento de los africanos”.

“¡Que haya mujeres que esconden sus prominentes clavículas… mientras otras se empeñan en perder algunos malditos kilos…!”.

En medio de las reflexiones y la dureza del mundo que le ha tocado vivir, nos encontramos con toques de humor, con sorpresa de la autora antes los acontecimientos del día a día, y el descubrimiento de las diferentes costumbres. En medio de su día a día atareado, Mariama nos confiesa que porta un diario en que consigna “todo lo bueno y lo no tan bueno, lo sublime y lo crapuloso”.

4 comments on “De Abiyán a Túnez – Mariama Ndoye

  1. Sin duda, un buen libro que nos aporta otra visión sobre África, ya que va más allá de lo tópico. Sin duda has hecho un comentario muy acertado, y me ha gustado la forma en que has visto el libro. Saludos

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  2. Muy buen comentario sobre el libro, que dan ganas de leerlo. Un abrazo.

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